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Mundo Joven

Algo más que potencial “peligro”

27 de enero de 2020

Sobre la experiencia con jóvenes en Puente Belice

Ser joven, venir de un barrio marginal, estar tatuado, son estigmas que marcan la vida. ¿Quién le da trabajo a un muchacho con aire de “cholo” que dice venir de zona 18? Los prejuicios nos atrapan, sin dudas.

Empezamos la nota de este modo contundente, provocativo incluso, para llamar la atención sobre algo que en general no nos detenemos a ver: los estereotipos no nos permiten objetividad.

En los llamados “barrios marginales” de la ciudad –que según estimaciones serias podrían albergar por lo menos a una cuarta parte de la población capitalina– no todos son mareros. ¿De dónde saldría esa estupidez? Pero buena parte de la visión dominante repite el dislate con la más absoluta falta de crítica. En estos humildes asentamientos que hay en cualquier punto de la ciudad capital, su población llega ahí porque no tiene otra alternativa. Y una pequeña porción de su juventud, mínima por cierto, ingresa a las maras. La gran mayoría no tiene más proyecto que sobrevivir como puede: con pobreza, discriminada, sin mayores sueños; por tanto: con trabajos mal pagados y condenada a no poder salir de su situación, con pocas oportunidades, eternamente llena de hijos. Y siempre con la posibilidad de ingresar a una pandilla, –¡una mara!–, que nunca deja de aparecer como tentación (el dinero fácil atrae a todos, ¡por supuesto!). Pero también hay alternativas superadoras. La historia no está escrita en piedra.

En el Puente Belice, en el límite de zona 6 y zona 18, zona “roja” por excelencia, desde hace varios años se viene desarrollando un programa con jóvenes de la colonia impulsado por sacerdotes jesuitas. La idea básica es constituirse como barrera para evitar el ingreso de la juventud del sector a las maras, al par que ofrecerles salidas educativa y laboral. Sin dudas, el objetivo se viene cumpliendo. De algunos cientos de jóvenes que pasaron por este proyecto, prácticamente ninguno –salvo muy contadas excepciones– fue a parar luego a una mara; es más: muchos de ellos están ahora cursando la universidad y trabajando, y ninguno consume drogas.

¿Qué nos dice todo esto? Por un lado, que existe una sesgada visión que estigmatiza las barriadas pobres identificándolas sin más con delincuencia. Por otro, siguiendo con esos prejuicios, que los jóvenes –en general, y más aún si vienen de esos lugares pobres– son potencialmente un peligro.

Todo ello encubre ideologías conservadoras: ¿por qué la juventud sería un “peligro”? Al contrario: sigue siendo una promesa de futuro. El trabajo que se hace en Puente Belice nos lo demuestra.

Pero hoy día para el discurso dominante –discurso plagado de prejuicios, atrapado en la visión neoliberal, visión conservadora y punitiva– la juventud ha dejado de ser esa promesa y en muy buena medida es más “sospechosa” que otra cosa.

Sin dudas es hora de empezar a cuestionarnos todo eso, a sacarnos esas vendas, a volver a creer que los y las jóvenes son el futuro. Si no, no hay salida para esta situación negra que vivimos

Fuente/Autor: Marcelo Colussi – www.brujula.com.gt

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