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Mundo Misionero Migrante

Un pueblo próspero en tierra pobre:Tulcingo, Pue.

27 de enero de 2020

Vivir del dólar

Bienvenidos a Tulcingo, municipio del sur de Puebla, a la mitad de la región mixteca, donde la vida se mueve alrededor de un producto de importación: el dólar, tan vital para el pueblo como la sangre a los humanos. La mitad de su población vive en Estados Unidos y cada vez serán más, porque aquí el riesgo de morir en el desierto de ese país parece no existir.

La llamada al otro lado

TULCINGODEL VALLE, PUE.– Los habitantes de este lugar llaman a su municipio El diamante de la mixteca, por el contraste de su prosperidad en medio de una de las regiones más pobres del país.

Pero los sonideros (grupos de sonido que amenizan fiestas) lo conocen de otro modo: le dicen Tulcingo del dólar, porque gracias a las remesas de los migrantes tienen asegurados contratos jugosos durante todo el año.

Es igual. Lo único claro, dice el alcalde, Sergio Barrera Gil, es que la mitad de los 13 mil habitantes del municipio están en el norte y sin ellos Tulcingo no podría vivir. “Dependemos en 100% de los dólares”, reconoce.

Se nota

En la cabecera funciona la única sucursal bancaria de la región, que a diferencia de las filiales en el resto del país cierra hasta las nueve de la noche, especialmente las cajas donde se cobran las remesas.

En ese mismo horario funcionan las siete casas de cambio de la localidad, algunas de las cuales ofrecen también servicio telefónico de larga distancia.

La prosperidad que dejan los dólares alcanza para otros negocios. Por ejemplo, este año nació la séptima agencia de paquetería con envíos directos a Minneapolis, Carolina del Norte y Massachussets, además de los destinos tradicionales: Oxnard (California), Houston (Texas) y, por supuesto, Nueva York.

Aquí hay seis grupos de sonideros que pasan la mitad del año de gira por Estados Unidos y el resto en las nueve comunidades de Tulcingo, contratados para bodas, fiestas de 15 años, bautizos, aniversarios o lo que se ofrezca. El precio por una fiesta de cinco horas va de 20 mil a 30 mil pesos.

La prosperidad alcanza también la arquitectura. Tulcingo Plaza, uno de los comercios más grandes, fue construido con detalles similares a un mall neoyorquino porque a su dueño, Leobardo Sierra, le gustaba pasar allí las tardes de domingo.

Sí, la relación de los tulcinguenses con Estados Unidos es estrecha, tanto, que el ataque terrorista en Nueva York en septiembre de 2001 sumió a la región en la primera crisis económica de los últimos 15 años, pues muchos paisanos regresaron por la escasez de empleo.

Casi todos están de vuelta al país del norte, pero se encontraron con que los sitios en los que solían emplearse –restaurantes y tiendas de abarrotes– ofrecen sueldos bajos, a veces la mitad de lo que pagaban.

Eso afectará al municipio, advierte el restaurantero David Bravo, aunque no mucho. “Hay para todos, la cosa es saber buscar”, aconseja.

Tulcingo tiene una vieja tradición migratoria cuyos destinos principales eran, hasta 1970, la capital de Puebla y el Distrito Federal.

La historia cambió ese año cuando Celerina Gutiérrez consiguió el permiso de su papá y agarró camino para el norte. Luego siguieron Ramiro Valle, después Neftalí Rojas y antes de un año los viajes a Estados Unidos se volvieron cotidianos.

Los primeros migrantes, recuerda David Bravo, trabajaron en un restaurante de City Island, frente a Manhattan, pero luego se fueron a Queens y al Bronx, siempre como empleados de cocina.

“Era lo más barato –recuerda– porque te ahorrabas la comida. Ya luego, cuando aprendías un poco de inglés, empezabas a subir
de puesto.”

Al paso de los años algunos tulcinguenses prosperaron, tanto que incluso hay quienes tienen una cadena propia de restaurantes, como Lalo Pita, dueño de Tulcingo Dely, con tres sucursales; o la familia Luna, propietaria de Tulcingo Travel y Luna Travel, empresas de paquetería.

Paradójicamente, el éxito de estos paisanos no se refleja en el pueblo, donde no funciona el programa 3×1 y las obras principales se han realizado con dinero del gobierno estatal. De hecho, el presidente Barrera Gil afirma que en los casi tres años que lleva en el cargo no ha recibido un centavo de los paisanos porque “a lo mejor se cansaron o piensan que quien anda al frente (de las obras) lo hace con algún interés”.

El dinero, pues, se gasta en la familia, algunos negocios o en fiestas, para las cuales el pueblo se pinta solo, presume el pastelero Servando Gómez.

“Aquí pueden encontrar todo lo necesario: mariachis, camarógrafos, estilistas, vestidos de novia o quinceañera, renta de sillas, mesas, recuerdos… La gente se viene a casar aquí porque es más barato que en Estados Unidos; un pastel cuesta 300 dólares y allá sale en más de mil.”

Debido a la variedad de productos para el festejo, la cabecera se ganó otro sobrenombre: Tulcingo del baile.

Elisendo Cabañas González tenía 27 años cuando murió asfixiado en la caja de un tráiler en Victoria, Texas, junto con 18 indocumentados más. Era de Tulcingo, y su muerte consigna la otra cara de la migración en el municipio.

Este año, según cálculos del sacerdote local, Joaquín Silva Omaña, en Estados Unidos han muerto al menos cuatro tulcinguenses en accidentes o asesinados.

Otros han regresado lesionados y algunos más fueron defraudados por los coyotes, que los abandonaron en la frontera. A los traficantes no les importó el hecho de que sus clientes eran paisanos.

Porque además de las fiestas, el comercio y el cambio de dólares, la otra actividad más rentable de Tulcingo es el tráfico de personas. La de polleros, pues.

Su fama llega hasta lugares en el estado como Izúcar de Matamoros y Chinantla, y Tlaxiaco, en Oaxaca, y Tlapa, en Guerrero, desde donde llegan a buscarlos. Hasta tienen rutas específicas: los de la cabecera municipal viajan a Nueva York; los de Zaragoza a Chicago, y los de Tlaltepexi y Villa van a Houston.

Curiosamente, los tulcinguenses no los ven mal y hay quienes los consideran prestadores de servicios, como el comerciante David Bravo y el pastelero Servando Gómez. “Nos dan todas las facilidades, cuidan a la gente y algunos hasta han regresado a las personas que no pueden cruzar”, coinciden. Una perla más de Tulcingo del dólar, donde la migración ha sido tan exitosa que el riesgo de morir en el cruce se aprecia lejano, fuera del esquema mental de sus habitantes.

–Es común que los polleros abandonen a la gente en el desierto…

–Es una cadena de confianzas –responde David Bravo–. Además, nosotros los conocemos a todos, sabemos quién es seguro. Al que le pasa algo es que no sabe cuidarse.

Fuente/Autor: Alberto Nájar

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