“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

GOETHE
Palabras de la Virgen a Juan Diego
01/27/2020
La Guadalupana, tu madre
01/27/2020

Tu Página

Palabras de Juan Diego a la Virgen

27 de enero de 2020

Las palabras sencillas y sinceras de Juan Diego nos enseñan a tratar a María.

9-XII-1531

entre cuatro y cinco de la madrugada:

– “Señora y niña mía, tengo que llegar a tu casa de México Tlaltilolco, a seguir las cosas de Dios que nos dan, que nos enseñan quienes son imagen de nuestro Señor: nuestros sacerdotes.”

– “Señora mía, niña mía: ya me voy para cumplir tu mandato; ahora me separo de ti, yo, tu pobre indito.”

9-XII-1531

(por la tarde a la puesta del sol)
– “Patroncita, Señora, Niña mía, ya fui a donde me enviaste a decir tu pensamiento y tu palabra. Aunque con gran dificultad entré a donde es el lugar del Señor de los sacerdotes, lo ví, ante él expresé tu pensamiento y tu palabra, tal como tú me lo mandaste. Me recibió amablemente y me oyó con atención, pero, por lo que me respondió, como que no lo entendió y no lo creyó. Me dijo: tendrás que venir otra vez, otra vez te oiré con calma desde el principio y consideraré la razón por la que has venido, tu voluntad y tu deseo. Comprendí perfectamente por la manera como me respondió, que es quizá invención mía que tu casa que quieres que te hagan aquí yo nada más lo invento, o que tal vez no es orden tuya.

“Por lo cual, mucho te suplico, Dueña mía, Reina y Niña mía, que a alguno de los nobles, estimados, que sea conocido, estimado y respetado, le encargues que lleve tu mensaje para que la crean. Porque yo soy un campesino, soy mecapal, soy parihuela, soy cola, soy ala; yo mismo necesito ser llevado a cuestas. Hija mía, niña mía, Señora mía, me mandas a un lugar donde no ando y no paro. Perdóname que te cause gran pesadumbre y caiga en tu enojo, Señora y Dueña mía.”

“Dueña mía, Señora, Niña mía, no te cause yo aflicción. Con gusto iré a cumplir tu mandato, de ninguna manera lo dejaré de hacer, ni me será penoso el camino. Iré a hacer tu voluntad, aunque tal vez no seré oído, y si me oye, quizá no me crea. Mañana en la tarde cuando se esté metiendo el sol vendré a dar razón de tu mensaje con lo que me responda el Señor de los sacerdotes. Ya me despido de ti, hija mía la más pequeña, mi Niña y Señora. Ahora descansa otro poquito.”

12-XII-1531

(en la madrugada entre las cinco y las seis)

– “Niña mía, la más pequeña de mis hijas, Señora, ojalá estés contenta, ¿cómo amaneciste? ¿Estás bien de salud Señora y Niña mía? Con pena angustiaré tu rostro, tu corazón: te hago saber, Niña mía, que está en las últimas un servidor tuyo, tío mío. Una gran enfermedad se ha asentado, seguro va a morir de ella. Y ahora voy de prisa a tu casa en México, a llamar a uno de los amados de Nuestro Señor, de nuestros sacerdotes, para que vaya a confesarlo y disponerlo. !Por cierto que para eso hemos nacido: para esperar el deber de nuestra muerte! Pero si voy a hacer esto, al momento volveré otra vez acá, regresaré para llevar tu palabra y pensa­miento. Ama y Niña mía, te ruego me perdones, tenme todavía un poco de paciencia, porque con ello no te engaño, Hija mía, la más pequeña. Mañana sin falta vendré a toda prisa.”

Fuente/Autor: Encuentras.com

Comments are closed.