, porque he visto la luz de un país lejano, ni tampoco porque la tierra de done vengo lleva otro nombre.
, porque otras entrañas me llevaron, ni porque los cuentos de mi infancia me mecieron en una lengua que desconoces.
, porque en el amor de una madre, todos recibimos la misma luz; en sus cantos y en sus besos, contra su pecho, ellas nos enseñan a todos por igual.
. ¡No pienses en mis orígenes! Más vale pensar en nuestro destino común, y mirar hacia donde nos llevan los tiempos.
, porque tu pan y tu fuego sacian mi hambre y mi frío, y porque tu techo me cobija.
; ¡tu trigo es como el mío y tu mano como la mía!, y el hambre, nunca vencida, va errante, cambiando siempre de víctimas.
Y tú me llamas extranjero, porque me ha llevado tu camino y porque nací en otro país; porque he conocido otros mares y me he embarcado en otros puertos.
Y sin embargo, son semejantes los pañuelos que se agitan para decirnos adiós, y semejantes también las retinas mojadas por las lágrimas de los que hemos dejado atrás. Semejantes las plegarias y el amor de quienes sueñan el día en que hemos de volver.
. Gritamos todos con la misma voz y compartimos el mismo cansancio, que arrastramos desde la noche de los tiempos, cuando no se habían inventados las fronteras, mucho antes que vinieran los que dividen y matan, los que venden nuestros sueños y que un día inventaron la palabra extranjero.
. Es una palabra triste, una palabra fría, que huele a exilio.
. Mira correr a tu hijo y al mío, las manos unidas, hasta el fin del camino…
, porque ellos no entienden nada de lenguas, ni de fronteras, ni de banderas. Míralos subir a los cielos: la misma paloma los lleva unidos en un mismo vuelo.
. Mírame profundamente en los ojos, más allá del odio, del egoísmo, del miedo, y verás que soy un hombre. No puedo ser extranjero.