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MENSAJEROS DE LA VIDA, NO DUEÑOS

27 de enero de 2020

¿Qué se puede pensar hoy en día acerca de la sexualidad?, ¿qué se puede decir hoy sobre el uso de la sexualidad? ¿cuáles son los objetivos de la sexualidad?. Habra quién de una respuesta de forma simplista, oh escucharemos algo más meditado y reflexivo sobre este gran Don que Dios nos regaló a nosotros lo seres humanos. De ahí que somos mensajeros de la vida, no dueños.

En la actualidad encontramos muchas reflexiones acerca de la sexualidad, evidenciando las bellísimas e igualmente importantes finalidades, inherentes a su naturaleza, o sea, la “amorosa” y la “procreadora”. Sobre el amor, la sociedad y la cultura contemporánea intentan proponer “formas extravagantes” de vivirlo: con parejas del mismo sexo, con parejas ocasionales, con más parejas simultáneamente, etc.

Acerca de la transmisión de la vida, la realidad es igualmente desafiante: a la forma natural de transmitirla, hoy, se propone la “artificial”, en toda su variedad y complejidad. Nos referimos a la sustitución de los dinamismo amorosos, previos a la transmisión de la vida, con las biotecnologías intracorpóreas, dentro del cuerpo de la mujer o fuera de él.

La procreación asistida

La utilización de la técnica, sustitutiva del encuentro amoroso de la pareja, desde luego, no es aconsejada, moralmente, por la doctrina ética de la Iglesia, aún cuando, hoy, son muchas las parejas de creyentes que recurren a ella. Sin juzgar a nadie, vamos viendo el porqué de la resistencia y negación de la ética teológica cristiana, ciertamente en contraste con la mentalidad permisiva de moda y la aceptación jurídica generalizada. La cosa es que hay toda una serie de valores éticos, implicados en el desarrollo de estas técnicas de procreación asistida, que no se pueden menospreciar inocentemente, como son: la paternidad, la maternidad, la filiación, el respeto al nuevo ser, la sexualidad conyugal, el matrimonio como contexto adecuado, etc. En efecto, no todo lo que es técnicamente posible lo es también moralmente.

La opinión común

Esta parece ser más tolerante que el magisterio de la iglesia. Por cierto, es favorable el uso de la técnica, cuyos fines sean “terapéuticos”, o sea ordenados a vencer la esterilidad de la pareja y a evitar el nacimiento de un niño enfermo. Pero, condena el mercantilismo procreador y las maternidades sustitutivas y considera aberrantes la clonación reproductiva, la selección de sexo, las experimentaciones con embriones humanos y la hibridación de la especie humana con otras. Rechaza, también, la “medicina predictiva” con sus “niños a la carta”, o sea, sobre “pedido” y previamente seleccionados.

La doctrina del Magisterio de la Iglesia

Las razones éticas por las cuales el Magisterio considera ilícitas todas las procreaciones artificiales, podemos resumirlas así:

* La falta de la mutua donación personal de los esposos, respeto a la procreación de una nueva persona. No se debe delegar a otros el milagro de la vida humana porque el acto del amor conyugal, simultáneamente espiritual y corporal, es el único lugar digno de la procreación humana.

* La disociación de los significados unitivo y procreador del acto conyugal. La inseparable conexión, que Dios ha querido y que nadie puede romper por su propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal, es el argumento decisivo. Es decir, de la misma manera que todo acto amoroso, manifestado en la relación sexual, debe quedar responsablemente abierto a la vida, así también todo acto procreador debe ser fruto del cariño de los esposos expresado en la comunión corporal. La procreación natural es la única conforme con la dignidad de la pareja humana la cual, en ninguna circunstancia, puede considerarse “dueña” de la vida y del como darla, sino únicamente “ministra” privilegiada de ella y colaboradora, con Dios, en su transmisión. En pocas palabras: no se da buen servicio a la vida si no se respetan los mecanismos naturales a la procreación, que ya están inscritos en la naturaleza misma del ser humano. El estado de infertilidad no debe ser razón de conflictos ni motivo de vergüenza; puede ocasionar sentimientos de tristeza y de angustia en la pareja, sin embargo, se pueden suplir extendiéndose a la adopción de creaturas o a labores sociales.

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