“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

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Familia

María de Nazaret, científica

27 de enero de 2020

Un viejo canta-autor argentino, Facundo Cabral, se refería en estos términos a su propia madre: «nunca supo ser inteligente pues venía el amor y la distraía, nunca usó agenda pues hacía lo que amaba y eso se lo dictaba el corazón».

Todos tenemos opiniones sobre nuestra madre. Yo me pregunto, cómo se expresaría Jesucristo de su Madre. El Evangelio nos da unas pinceladas que en algunos puntos coincidiría con el cantante argentino, pero sin duda alguna su juicio superaría este parecer. Seguramente Nuestro Señor se expresaría de Ella en esta forma: «supo ser inteligente, además, venía el Amor y no la distraía sino que la hacía mudar en una persona aún más inteligente».

El Amor se arropó de Ella, es decir tomó de su propia carne, y así estuvo presente, de manera muy real, en todos los momentos de su vida; también, y sobre todo, al pie de la cruz. Algunos de nosotros juzgaríamos de modo distinto, pero si ponemos atención seguramente ahí, cuando Ella estuvo al pie de la cruz es cuando más estuvo acompañada. Su Hijo estaba presente amándola y al mismo tiempo concediéndole una extraña ciencia. Ella había oído del ángel un mensaje, sin entender todo lo que éste contenía, por ejemplo cuando le dice: «Él será grande y reinará sobre la casa de David». ¿Cómo entender esto?, Ella estaba de frente a un madero ensangrentado, del cual su Hijo pendía, con la carne abierta y manos agujeradas.

Las personas presentes en la cruz juzgaron de forma totalmente diversa a Cristo de cómo lo hizo María. Para ellos se trataba de un loco, de un soñador más, que lo que prometía no venía cumplido. En cambio el juicio de María fue diverso. Ella pudo llegar a un conocimiento al cual nadie llegó por medio de esta extraña ciencia de la cruz. El mismo San Pablo también utilizó esa extraña ciencia, pero digamos que María de Nazaret fue la primera científica. El secreto de la nueva ciencia era ver una cosa, y tener la certeza de que aquello no era lo que aparentaba ser. Un principio que está en total contradicción con los de las ciencias modernas.

María recordó el mensaje y además éste revelado por un ángel. Ahí estaba el recuerdo y el juicio de otro, y sin duda un otro, del cual ella se fió. Pero ¿cómo llegaba este mensaje a darle a María la ciencia que Ella necesitaba en ese momento? Parece que faltase un paso ulterior, que no bastaba con ir al recuerdo del mensaje del ángel. La respuesta está en que Dios siempre pide algo a la criatura. En efecto, Dios pide a cada quien según sus propias posibilidades. A la Samaritana (en el Evangelio) le pidió de bebe -quizás un vaso de agua- en este momento a María también le estaba pidiendo. Digámoslo así, a todos nos pide de beber, pero a cada uno pide según nuestras propias capacidades.

Seamos pues hombres de ciencia, no de esa que sirve para describir el mundo y verificar algunos fenómenos que se dan en el campo físico, sino más bien de los que viven y estudian la ciencia de la cruz, que no sólo produce conocimiento, sino además sabiduría.

Fuente/Autor: Alejandro Herrera, L.C.

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