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GOETHE
Reporta INM 694 heridos en 2006
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…Y pierden hasta el nombre
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Mundo Misionero Migrante

Las tumbas anónimas de los migrantes

27 de enero de 2020

Son los “John Doe” o “Jane Doe”, apelativos para los desconocidos. Esa es la inscripción en la sepultura de cientos de mexicanos que en su intento por progresar no sólo pierden la vida, sino hasta el nombre y terminan bajo tierra rasa en EU.

Jueves 04 de enero de 2007

Ya no alcanzaron a ver su cuerpo ni su rostro, sólo llegaron sus cenizas, a mediados de 2006, al cementerio de Pachuca, Hidalgo, para que lo sepultaran como era su voluntad. Eran los restos mortuorios de Eusebio Luna Mar, quien en mayo de 2005 decidió irse a trabajar a Estados Unidos sin papeles, pero esa misma primavera perdió la vida en su intento.

Aquel mayo, Eusebio pasó a formar parte de las estadísticas de mexicanos muertos en la frontera no identificados: alrededor de 774 en los últimos seis años.

Había pasado un mes y medio desde la última vez que hablaron con Eusebio. Él se comunicó desde Sonoita, Sonora, para decir que estaba a punto de “pasar al otro lado”.

En los primeros días no hubo mortificación de su pareja sentimental, Margarita Hernández, ni de sus familiares porque en 1999, cuando también se fue de mojado a Estados Unidos, y durante los tres años que permaneció allá, trabajando en los campos agrícolas, las llamadas telefónicas fueron casi nulas.

Transcurridos esos 45 días sin saber acerca de la situación de Eusebio, Margarita decidió reportar al migrante perdido a la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), institución que 20 días después del reporte se comunicó con ella para informarle que habían localizado un cuerpo con características similares a las que describió en su solicitud.

Sin embargo, las autoridades mexicanas decidieron confirmar la identidad del cuerpo mediante una prueba de ADN.

Estela, hermana de Eusebio, se trasladó a la ciudad de México para que le tomaran una muestra. Seis meses después se confirmó la información: el cuerpo hallado era el de él.

Federico Luna Mar, hermano de Eusebio, recibió una llamada de la SRE para pedirle su autorización para cremar el cadáver del migrante, debido al estado de descomposición que presentaba. Federico, a pesar de la oposición de sus otros seis hermanos, aceptó.

Los restos llegaron a Pachuca procedentes de Estados Unidos, casi 10 meses después de su fallecimiento.

Morir en el desierto

La SRE ha identificado del año 2000 al 6 de noviembre del año pasado, 2 mil 116 mexicanos que han muerto al intentar atravesar la frontera hacia Estados Unidos. En esta cifra se incluye los 774 cuerpos no identificados o no reclamados.

Las principales causas de fallecimiento de los migrantes son -por orden de importancia-: la deshidratación, los accidentes vehiculares y el ahogamiento.

De acuerdo con la Cancillería mexicana, el lugar de mayor índice de fallecimientos es la zona desértica de Arizona: el corredor Naco-Douglas; Luckeville-Sonoyta; El Sásabe; los límites de la reservación de los Papagos o Reservación India de los Tohono O`Odham, y el desierto de Yuma.

Asimismo, se han registrado un número considerable de muertes en la zona desértica de California, en el cerro del Centinela, la población de Los Algodones y el Canal Todo Americano. Otros sitios con incidencias son las vegas del Río Bravo, en la frontera de Chihuahua, Coahuila y Tamaulipas con Nuevo México y Texas, respectivamente.

De acuerdo con Claudia Smith, representante de la organización proinmigrante Fundación de Asistencia Legal Rural de California, hay más de mil migrantes “sin nombre” que fallecieron durante los últimos 12 años, y que por su condición de “no identificados” yacen abandonados en fosas estadunidenses a lo largo de la frontera entera.

Tan sólo en 2006 se han localizado los cadáveres de 426 migrantes, de los cuales 137 no han sido identificados.

De acuerdo con Smith, aproximadamente 400 de los más de mil migrantes no identificados sucumbieron en el desierto Imperial y están enterrados en el poblado de Holtville, California, bajo tierra rasa y con apenas un ladrillo en el que puede leerse un número y la inscripción “John Doe” o “Jane Doe” – apelativos utilizados para los que mueren “sin nombre”- para indicar el sexo del cadáver que yace en las fosas. Esta es la concentración más alta de migrantes “sin nombre”.

SIRLI, herramienta contra el olvido

Para una mejor identificación y en los casos más complejos, la Secretaría de Relaciones Exteriores utiliza el Sistema de Identificación de Restos y Localización de Individuos (SIRLI), implementado en las representaciones consulares de México en Estados Unidos y en las delegaciones foráneas, creado a mediados de 2005.

El sistema tiene como principal objetivo proporcionar las herramientas necesarias para la identificación de los connacionales que ha perdido la vida en el extranjero, y que sucede con mayor frecuencia en la franja fronteriza del sur de los Estados Unidos.

En un lapso de casi 20 meses, el SIRLI ha atendido mil 895 solicitudes de localización y cuenta con 704 archivos forenses.

Los cuerpos que no han sido reclamados o identificados, en primera instancia, son trasladados a la morgue del condado correspondiente, donde son conservados el tiempo que marque la legislación de cada ciudad, condado o estado, para su plena identificación. Si no se alcanza ese objetivo son trasladados a la fosa común.

Al ser informados los consulados mexicanos sobre el hallazgo de los restos, se busca entre las pertenencias del fallecido cualquier información que permita establecer contacto con los familiares, como credenciales, actas de nacimiento, números telefónicos o de acuerdo con su media filiación y características físicas.

Ingresados estos datos al SIRLI, se establecen similitudes entre los restos localizados y el connacional extraviado que es buscado por sus familiares.

La huella familiar

Una vez agotadas las posibilidades de conseguir la identificación por otros medios, se solicita a los familiares del fallecido que acudan a la Delegación de la Secretaría de Relaciones Exteriores o la Representación Consular más cercana a su domicilio, a fin de que sea tomada la muestra de sangre del familiar de la rama materna -la madre, hermanas, hermanos, abuela o abuelo materno, tíos o primos maternos, etcétera-, para pruebas comparativas con los análisis previamente practicados a las personas fallecidas y no identificadas.

En octubre del año 2005, se firmó un Acuerdo de Colaboración con la Universidad en Baylor, en Texas, para practicar las pruebas de ADN Mitocondrial de los connacionales fallecidos no identificados.

La prueba consiste en extraer ADN de la osamenta y compararla con los resultados de ADN de las muestras de sangre del familiar.

De acuerdo con información de la SRE, este método ha permitido la identificación de 15 connacionales.

Sin embargo, es importante señalar que hay muchos casos pendientes de resultados de ADN, toda vez que en ocasiones la extracción de muestras óseas resulta compleja, dadas las condiciones climáticas a las que estuvieron expuestos los restos humanos.

Eusebio Luna Mar fue uno de los 57 connacionales que han sido identificados mediante el SIRLI desde que se puso en marcha, además forma parte de los 15 cuerpos a los que se les tomó una muestra de ADN para confirmar su identidad.

Para Claudia Smith este trabajo no ha sido suficiente y advierte que si el gobierno mexicano continua sin establecer mecanismos para que el proceso de identificación de cuerpos se institucionalice, para que sea más ágil y que los costos disminuyan, presentará una demanda contra las autoridades ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, por violar el derecho de los familiares de dar sepultura a sus migrantes.

Fuente/Autor: NATALIA GÓMEZ QUINTERO/El Universal

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