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Las Jornadas de la Juventud, “mucho más que un festival rock”, asegura el Papa

27 de enero de 2020

“La peculiaridad de esas jornadas y el carácter de su alegría no tienen explicación”

CIUDAD DEL VATICANO

“La alegría de las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ) y el particular carácter de su alegría no tienen explicación”, sino es porque “el mismo Cristo está presente”. Así lo manifestó el Papa este lunes en su tradicional discurso de Navidad a la Curia Romana en el que hizo un balance del año 2008.

Benedicto XVI afirmó que de estas Jornadas “brota una alegría que no es comparable con un festival rock”.

El Papa dedicó hoy una buena parte de su intervención a hacer balance de la Jornada Mundial de la Juventud de Sydney del pasado mes de julio, que ha supuesto uno de los tres acontecimientos, junto con el Sínodo de la Palabra y la apertura del Año Paulino, más significativos del año 2008.

De hecho, “Australia nunca había visto tanta gente de todos los continentes como en la Jornada Mundial de la Juventud, ni siquiera durante las Olimpiadas. Y si precedentemente se había dado el temor de que la llegada en masa de los jóvenes pudiera provocar algún problema de orden público, paralizar el tráfico, obstaculizar la vida cotidiana, provocar violencia y dar espacio a la droga, todo ello se ha demostrado infundado”.

Al contrario, “ha sido una fiesta de la alegría -una alegría que al final ha contagiado incluso a los reacios: al final nadie se ha sentido molestado. Las jornadas se han convertido en una fiesta para todos”, explicó el Papa.

Aunque muchos han intentado cada vez más explicar este fenómeno, afirmó, “la peculiaridad de esas jornadas y el particular carácter de su alegría, de su fuerza creadoras de comunión, no encuentran explicación”.

“Análisis en boga tienden a considerar estas jornadas como una variante de la cultura juvenil moderna, como una especie de festival rock modificado en sentido eclesial con el Papa como estrella”, advirtió el obispo de Roma. “Incluso algunas voces católicas van en esta dirección”.

Para los primeros, “estos festivales serían en el fondo siempre lo mismo, y así se piensa poder obviar la pregunta sobre Dios”; para los segundos, se trata de “un gran espectáculo, incluso bonito, pero de poco significado para la pregunta sobre la fe y sobre la presencia del Evangelio en nuestro tiempo”.

“Serían momentos de un éxtasis festivo, pero que a fin de cuentas dejaría todo como antes, sin influir de forma más profunda en la vida”.

Benedicto XVI sin embargo rechazó esta interpretación: “el Papa no es la estrella en torno a la cual gira todo. El es totalmente y solamente vicario. Remite al Otro que está en medio de nosotros”.

Las JMJ, afirmó, no son “fruto de un éxtasis” sino que constituyen “la culminación de un largo camino” de los jóvenes, un “largo camino exterior e interior que conduce a ella”.

“Las Jornadas Mundiales de la Juventud no consisten sólo en esa única semana en la que se hacen visibles al mundo”, añadió, sino que hay toda una “peregrinación de los jóvenes” al encuentro con la Cruz.

“El encuentro con la cruz, que es tocada y llevada, se convierte en un encuentro interior con Aquel que en la Cruz ha muerto por nosotros. El encuentro con la Cruz suscita en lo íntimo de los jóvenes la presencia de ese Dios que ha querido hacerse hombre y sufrir con nosotros”, explicó el Pontífice.

En este sentido, afirmó, no es casualidad que uno de los actos más importantes en Sydney fuese “el largo Via Crucis a través de la ciudad”, así como “la liturgia solemne como centro del conjunto, porque en ella sucede lo que nosotros no podemos realizar y de lo que, con todo, estamos siempre a la espera”.

“Él está presente, Él entra en medio de nosotros. Se ha abierto el cielo y esto hace luminosa la tierra. Esto es lo que hace alegre y abierta la vida y lo que nos une con una alegría que no es comparable con un festival rock”, admitió el Papa.

Otro de los frutos duraderos de estas Jornadas, explicó el Papa, es el “camino sucesivo”: ” Se forman amistades que animan a un estilo de vida distinto y lo sostienen desde dentro. Las grandes Jornadas tienen el objetivo de suscitar estas amistades y de hacer surgir así en el mundo lugares de vida en la fe, que son al mismo tiempo lugares de esperanza y de caridad vivida”.

“Según la Escritura, la alegría es fruto del Espíritu Santo: este fruto era perceptible abundantemente en los días de Sydney”, concluyó.

Fuente/Autor: Zenit

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