“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

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LA RESURRECCIÓN EN NUESTRAS VIDAS

27 de enero de 2020

En las lecturas que se hicieron durante los Domingos de Cuaresma, se presentó el pasaje de la Transfiguración de Jesús, en la que se nos explica que Jesús subió al monte en compañía de tres de sus discípulos, delante de los cuales “se transfiguró” y sus vestiduras se volvieron junto con su rostro “blancos como la nieve.”

Para los discípulos, ésta fue una experiencia que los llenó de admiración, al grado de querer “establecer tres chozas” para Jesús, Moisés y Elías, quienes aparecieron en la presencia de Jesús.

En la Resurrección, los primeros testigos de acuerdo al Evangelio, María Magdalena, el Discípulo amado y Simón, vieron a unos hombres vestidos de blanco quienes les anunciaron que Jesús no estaba entre los muertos, sino que había resucitado.

Sin embargo, los dos pasajes no se quedaron solamente en estos momentos de “gloria y resurrección” sino que en los dos, hubo anteriormente un evento de muerte y después una invitación a la misión.

En el pasaje de la Transfiguración, Jesús había hablado con sus discípulos sobre su Muerte y en la Resurrección, la muerte había sido efectiva. En la transfiguración, Jesús los invita a “bajar del monte” y en la Resurrección, Jesús los invita a Galilea donde los envió a la Misión.

LA INVITACIÓN ES PARA TODOS

Esta invitación de Jesús se vuelve extensiva, porque no es contemplar solamente la Resurrección sino que el Mensaje es también misionero. Existe en nosotros una tendencia a acomodarnos. Estamos viviendo un mundo del bienestar. La tecnología no solamente es empleada para fines destructivos, sino que una parte se destina a crear aparatos e infraestructura que permiten llevar una vida más cómoda y placentera.

Sin embargo, esto conlleva una parte negativa: la vida muy cómoda no nos deja en muchas ocasiones la posibilidad de pensar en los demás. Otra desventaja es que no todos tienen acceso a esta comodidad, lo cual ya es una desventaja muy grande.

La comodidad es algo que nos gusta y a lo que muy fácilmente nos acostumbramos. Y la tendencia de los discípulos en el Monte de la Transfiguración fue muy clara, ellos se sintieron atraídos por la seguridad de la gloria de Dios que quisieron quedarse ahí. No pensaron en su comodidad, pues las chozas las pensaron para Elías, Moisés y para Jesús. A esto faltaba un segundo paso: la experiencia de la Gloria de Dios no es para permanecer solamente en nosotros; no, esta experiencia de la Resurrección se vuelve misión, y la experiencia de la Transfiguración se vuelve un regreso a la realidad.

LA REALIDAD SOCIAL NO SIEMPRE ES ATRACTIVA

Tuvimos en Febrero un encuentro de JSF en el Seminario de Guadalajara y en el Noviciado en Purépero en los que hablamos de la realidad social que nos impele a trabajar en la transformación de las estructuras para la búsqueda de un bien que favorezca aún a los que no tienen ese privilegio, el cual no es de naturaleza un privilegio sino más bien, un derecho.

Y es triste, que aún cuando uno no quiere ser negativo, se descubre que cada día que pasa son más los elementos de muerte que encontramos en nuestra realidad y que “claman” una experiencia de Resurrección, es decir, el paso de la muerte hacia una nueva vida. Realidades dolorosas como la guerra y la tragedia de fin de año en Asia; o realidades de dolor como la violencia doméstica, o la violencia institucionalizada; las cada vez más dolorosas experiencias de los migrantes en su búsqueda de un futuro más lleno de esperanza, nos conectan inmediatamente con la experiencia de Muerte, con el Vía Crucis cada vez más doloroso que Cristo vive cada año en los millones de personas que caminan a la par de él hacia los nuevos “Gólgotas” de nuestra realidad.

Los cada vez más frecuentes despidos laborales injustificados; las situaciones de corrupción que azotan a nuestra sociedad; los “eternos” problemas sociales como el alcoholismo, la drogadicción, la prostitución que parecen cobrar más fuerza y afectar a jóvenes en edades más tempranas, son situaciones de nuestra realidad que nos impelen a creer que hay Resurrección, que no todo está perdido y que en medio de todo esto, la experiencia de Cristo Resucitado se vuelve nuestra luz y nuestra guía.

RECONOCER LA PRESENCIA DE JESÚS NO ES SIEMPRE FÁCIL

Quiero señalar que reconocer la presencia de Jesús no es siempre fácil. La Transfiguración de Jesús no siempre viene llena de Gloria y Majestad. Hoy Jesús se transfigura y sus vestiduras no siempre son blancas: a veces son rojas, están manchadas por la sangre de millones de inocentes que son heridos, mutilados, por los que son asesinados y abortados en nuestra sociedad y en los que nos es difícil reconocer la presencia de Jesús. Otras veces, las vestiduras están sucias, pues Jesús se transfigura en quienes son pisoteados, calumniados, difamados, humillados. Sus vestiduras tienen el olor del sudor de jornadas laborales largas y mal pagadas, el sudor de quienes caminan de un lugar a otro buscando qué comer. Sus ropas tienen el color de la mugre y la miseria, de la pobreza extrema, del hambre, de la desolación. En estos casos, la experiencia de muerte se vuelve cada vez más real, el sepulcro toma vida y entonces cuesta trabajo creer en la Resurrección; sin embargo, no todo está perdido.

NO TODO ESTÁ PERDIDO, SIEMPRE HAY UNA ESPERANZA

Marcos Vidal, es un cantante de música cristiana que tiene un canto que escuchamos frecuentemente en el Seminario. El canto se llama “Buscadme y Viviréis” y en este canto se escucha un cuestionamiento de un joven hacia Dios, invitándolo a hacerse presente en medio de nosotros en esta realidad que parece de Muerte.

En la segunda parte del canto, Dios contesta planteando una serie de interrogantes al joven preguntando por la presencia de personas como las que en la Historia de la Salvación fueron fieles a Dios.

Pregunta por personas como Elías, como David, como los sucesores de Josué, como Esther, como los tres jóvenes en la hoguera, como Daniel, como José. Hoy, hay que decirlo, nosotros podemos “contestarle a Dios” diciéndole que personas como las que he mencionado anteriormente estamos aquí.

Hay muchos jóvenes y muchas jóvenes que hacen cada día un esfuerzo por transformar nuestra realidad. Hay personas que prefieren “ir a la hoguera” antes que ceder a las tentaciones del mundo, hay quienes adoran a Dios con el corazón y tratan de hacerlo presente en el mundo. Hoy todavía, hay una luz de esperanza, porque todavía hay quienes creen en el amor como entrega desinteresada, como preocupación por el otro.

Hay quienes siguen teniendo hambre y sed de justicia y se esfuerzan cada día por crear un mundo más justo. Sigue habiendo esperanza en muchos jóvenes y en muchas jóvenes que en la escuela, en el trabajo, en la calle, en la sociedad, se esfuerzan por ser mejores, por dar lo mejor, por sentirse “enviados” por Dios desde Galilea, desde el Monte de la Transfiguración a cambiar el mundo.

Gracias a estos ejemplos podemos creer que no existe muerte sin resurrección; gracias a estos ejemplos podemos creer que Jesús ciertamente no está en el sepulcro aguardando por nosotros, que como los ángeles lo señalaron, está Vivo y Presente en el mundo. Por estos ejemplos seguimos caminando, cada día son más, y cada día pueden ser más, eso solamente depende de cuán generosos queremos ser, eso depende de cuán grande es la experiencia que hacemos de Jesús, y de lo que queremos acompañarlo a subir al monte de la Transfiguración, y de cuanta fe tenemos para no buscar solamente a Jesús en el sepulcro, sino descubrir que aún en esa soledad, El está Vivo. ¡Es descubrir que Jesús ha Resucitado! Es hacer nuestra propia experiencia de Muerte y Resurrección al lado de quien es la Vida, de quien no ha muerto, y de quien dice la Escritura es el mismo Ayer, Hoy y Siempre.

Fuente/Autor: Padre Chan, CS

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