“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

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Meditando La Palabra

La ley de la caridad

27 de enero de 2020

Mateo 7, 6.12-14. Tiempo Ordinario. Saber perdonar y no juzgar nunca, pagar bien por mal.

«No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen.
«Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas. «Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y poco son los que lo encuentran.

Reflexión

El camino de quien sigue a Jesús es estrecho, pero vale la pena. Es como una vereda del bosque cuyas señales se pierden entre la maleza y requiere la experiencia de un buen “scout” para reconocerla. No es fácil hallar sus pistas. Son detalles, símbolos que hay que saber interpretar. A un caminante descuidado le pasan fácilmente desapercibidos. Siempre existe el peligro de desorientarse, y entonces hay que corregir la ruta y desandar lo andado… Elegir la vía estrecha un día tras otro, ¡cuánta incomprensión nos causa! Y esto es más evidente porque cada día nos plantea la decisión.

En un mundo como el de hoy, donde la corriente arrastra con gran fuerza en dirección opuesta, empeñarse por recorrer este camino parece cosa de locos. La alternativa es la opción mayoritaria: la que promete el gozo de placeres, el triunfo humano, el poseer y el aparecer. Pese a ello, Jesús no deja de asistirnos en la elección más difícil. No nos abandona jamás. Sufrir en silencio la injusticia, saber perdonar y no juzgar nunca; pagar bien por mal; vivir con generosidad, colaborando con quienes nos necesitan y desprendido de las cosas; todo esto es seguir la vereda estrecha.

En realidad es imposible perseverar en ella sino miramos a Jesús, si su ánimo no nos sostiene y su presencia y compañía no nos alienta. Él mismo es el camino, la puerta estrecha. No vamos por un camino más difícil sin sentido y sin recompensa. Por encima de todas las dificultades y encrucijadas, de todas las decisiones y de toda prueba, sabemos que encontrándole a Él lo tenemos todo.

Fuente/Autor: Buenaventura Acero | Fuente: Catholic.net

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