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Mundo Misionero Migrante

La inmigración amable

27 de enero de 2020

Sus historias son muy diferentes de las que hoy pueden contar cientos de miles de inmigrantes centroamericanos que arriban al país de paso o para residir. Estos artistas e investigadores son parte de una inmigración de élite que, no sin esfuerzo, se ha abierto paso para progresar y aportar su trabajo y talento a la vida cultural mexicana

“Venir a México fue una de mis mejores decisiones”

Eran los años 90 en Guatemala, habían transcurrido 30 años de violencia, 100 mil muertos, 50 mil desparecidos, miles de desplazados, comunidades mayas arrasadas y pobreza extrema, cuando María Mercedes Pons decidió vender su piano. El objetivo, refugiarse en el Conservatorio de Música del Estado de México.

Atrás quedó su patria, sus 12 hermanos, de los 18 que tuvo; su marido y sus tres hijos. En unos días, cumplirá 20 años de estancia en México.

“Salí de Guatemala porque ya había terminado mi carrera de pianista y de maestra en educación musical. Quería seguir estudiando y buscar un mejor futuro para mí y para mi familia. En mi país ya no había ningún lugar que me proporcionara una mejor educación. Se acababa de fundar el Conservatorio, vine a estudiar y me convertí en la primera graduada. Me titulé y me dieron empleo. Una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida, fue venir a México”, dice.

María Mercedes conserva su nacionalidad porque “la tierra siempre llama”. Y tiene muy clara la realidad de su país. “Guatemala tiene muchas carencias, así que, desgraciadamente, el arte se vuelve un lujo. No hay un campo de trabajo para vivir de lo que haces, por eso es muy difícil regresar. A mis alumnos les enseño con todo mi corazón, al límite de mis capacidades, me encantaría hacer lo mismo con la gente de mi país, pero no puedo, no sobreviviría. Además, mis tres hijos son músicos, no tendrían allá las mismas posibilidades que aquí”.

Mientras María cuenta cómo Lazlo Frater, director del Conservatorio, le ofreció trabajo a su marido para que la familia pudiera reencontrarse en México; el violinista Luis Pedro Berríos la observa. Ella es su madre.

Luis recuerda poco del día que abandonó su país. Llovía. “Nos trajo mi papá, yo tenía 5 años, mis hermanos tenían 9 y 4 años. Me acuerdo, vagamente, de mi infancia allá. He vuelto a Guatemala y es muy bonito porque me permite conocer profundamente el país en que nací. Lo que más me gusta es su color verde, hay mucha vegetación, y su comida”.

El músico, que también ha logrado ser maestro del Conservatorio, dice no tener conflictos con su doble identidad. “Todo mi mundo es mexicano, soy parte de este país, soy mexicano. No he vivido en Guatemala, pero me entristece su situación, es algo que… duele, que está ahí picando y picando, me pregunto por qué no hemos salido adelante”, dice.

María Mercedes y Luis Pedro son dos de los músicos más importantes del Conservatorio. Juntos crearon Dúo Pons, con el que unen talentos para interpretar obras para piano y violín. Pocas son las oportunidades que tienen de volver a Guatemala, mientras lo hacen, el pasaporte sigue ahí, vigente, con serias dudas de convertirse en mexicano.

Fuente/Autor: El Universal

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