“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

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Imagina…

27 de enero de 2020

Llevo pocos años en esto del voluntariado (psiquiátricos, familias inmigrantes, personas sin-techo). El verano pasado quise dar un paso importante: acercarme a un país extranjero.

Hablé con Cáritas y, tras recibir la formación pertinente, me destinaron a las montañas del Salvador.

…imagina una casa perdida en la sierra. Sólo tiene dos habitaciones. No hay ni luz, ni agua. En una de esas habitaciones duermes tú, en la otra una familia de 6.

…imagina que todos los días te alimentas sólo de maíz y frijoles.
…imagina que desde que sale el sol hace un calor asfixiante, pegajoso, y los mosquitos no paran de picarte.

…imagina que un simple dolor de muelas no puede ser curado porque el médico
más cercano está a una hora en coche (¡si lo tienes!).
…imagina que eres un niño y todos los días antes de ir a la escuela tienes que trabajar en el campo, o arreglando los caminos, o cuidando de tu hermano pequeño. Imagina que para ir a la escuela tienes que andar casi una hora, que tu clase no tiene luz, y que hay muchas posibilidades de que
nunca vayas a un instituto. Imagina que la única comida que vas a comer hoy es la que te den en la escuela.

…imagina que la vida transcurre tranquilamente, sin prisas, saboreándola cada momento. El despertador de cada mañana son los rayos del sol; el descanso del trabajo es una madre te espera con un vaso fresco de agua-limón; tus veladas nocturnas pasan junto al fuego de la cocina, conversando con la familia, te cuentan su vida, y tú haces lo mismo.

…imagina que cualquier cosa (palos, trapos, charcos,…), por insignificantes que sean, sirven para divertirse. Imagina que en la casa que estás viviendo llegan a juntarse casi una docena de niños a jugar,
¡Cuántas cosas se puede imaginar uno! Pero, ¿…y si son ciertas?

…y todos los días recibes abrazos y sonrisas.

¡Cuántas cosas se puede imaginar uno! Pero, ¿…y si son ciertas? El haber convivido durante un mes con una familia (entre comillas “pobre”) ha sido la mejor experiencia de mi vida. No hace falta tener mucho o muchas cosas para ser feliz. Gestos, olores, sonrisas, palabras, canciones, lágrimas y
muchas cosas más estarán para siempre en mi corazón.

Hace poco recibí carta de la familia. Yo les había mandado alguna carta. Recibir una suya ha sido como un milagro. El pequeño de la familia tenía 8 meses cuando estuve allí. Ya anda un poco, ¡¡… y habla unas pocas palabras!!

Fuente/Autor: Jose (Krasty), San Sebastián

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