“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

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Hombres necios que acusan a la mujer

27 de enero de 2020

Un hombre se quejaba así:
“Dios mío, ten compasión de mí: mira como trabajo tanto. En cambio mi mujer está tranquila en la casa. Yo daría cualquier cosa para que hicieras un milagro y convirtieras a mi mujer en mí y yo en mi mujer, para que la muy vaga aprenda lo que es la vida de un hombre”.

Dios en su infinita misericordia ¡zaz!, le concede el milagro.

El primer día en la mañana, el milagro andante corre a levantar a los niños para que se vistan, prepara desayunos, pone ropa en la lavadora, saca del congelador la carne para la comida y sale disparado a la escuela con los hijos. De vuelta pasa por la estación de servicio, va al banco, cambia un cheque, paga el teléfono y la luz, recoge los trajes de la tintorería, pasa por el supermercado rapidísimo ¡y ya estaba al filo de la una de la tarde!… Medio tendió camas, sacó la ropa húmeda y puso otra tanda en la lavadora; aspiró por donde ve la suegra, preparó un arroz para acompañar la carne, salió disparado a la escuela, se peleó con los chicos, les dio de comer, lavó los platos, tendió la ropa húmeda en sillas porque estaba lloviendo a cántaros, miró que los niños empezar a hacer la tarea, planchó una ropita pendiente, mientras veía algo de la tele de reojo… y salió disparato a la cocina para preparar la cena, mientras volvía a pelear con los niños para que se bañaran a tiempo.

A las 9 de la noche estaba agotado y deseando dormir a pierna suelta, pero en la cama le esperaban más deberes… Y los cumplió como pudo.

Al día siguiente volvió a clamar a Dios:
“Señor, ¿en qué estabas pensando cuando tanto te supliqué que me cambiaras el rol? Te ruego me devuelvas a mi condición normal, ¡por favooooor!”

Entonces oyó la amorosa respuesta de Dios:
“Claro que sí, hijo mío, nomás deberás esperar nueve meses, porque anoche quedaste embarazado”.

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