“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

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Familia

Habla el hermano mayor…..

27 de enero de 2020

Es domingo por la mañana y podemos ver a la familia Martínez disfrutando de una película de matiné.

A la hora del intermedio, Miguel y Gaby -de cinco y tres años- salen corriendo por los pasillos del cine, entre risas y uno que otro grito, se ve que están muy divertidos, lo que se dice una infancia feliz.

Eduardo, el hermano mayor, el primogénito, o sea el que tiene la “enorme” cantidad de siete años, no puede resistir la tentación de unirse a jugar con sus hermanos, pero… ¡imagínese! Ya son tres los niños Martínez que andan corriendo por el cine entre gente, ruido y con el peligro de empujarse y lastimarse.

Casi en el mismo instante en que Eduardo se levanta para jugar, se escucha el siguiente grito por parte de sus padres, los dos a un mismo tiempo: “¡Eduardo, Eduardo, ven para acá!”.

¿Por qué nada más le hablan a Eduardo? Nada menos que por ser el primogénito. Escuchemos:
– Dime mamá.
– Hijo, ya siéntate, pareces un bebé corre y corre.
– Pero mamá… ¿por qué mis hermanos sí pueden correr y yo no?
– Porque tú eres el grande, el que debe dar el ejemplo, así que siéntate.

A Eduardo no se le hace nada fácil quedarse sentado, sencillamente porque… ¡es un niño! aunque le haya tocado la casualidad de ser el primero, sin culpa alguna, por cierto.

A pesar de lo que piensan sus padres, Eduardo hace más caso a sus inquietos impulsos, se para encima de la butaca y por lo pronto se contenta con echar porras a sus hermanos.

Los hacen crecer “a fuerza”
Muchos padres parecen ver a sus hijos primogénitos, mayores de lo que en realidad son. ¿Por qué será que a los primogénitos se les trata de diferente manera que a los hijos menores? ¿No seremos los padres los que consciente o inconscientemente les impedimos ser niños por el tiempo necesario?

En todas la familias, el primer hijo viene siendo el que convierte en padres a la pareja, por lo tanto, es el que da las primeras experiencias de entrega, sustos, desvelos y satisfacciones. Sin embargo, ¿no será también el primogénito una especie de conejillo de indias, el hijo con el cual aprendemos los papás a ser educadores?

El hecho de ser el primer hijo de la familia lleva consigo sus ventajas y desventajas. Por ser el mayor, se le puede exigir mucho, como cuidar de los hermanos pequeños o por otro lado darle ciertas preferencias.

La verdad es que la mayoría de los adultos, a quienes les tocó ser el mayor de los hijos, se queja de su “amarga suerte” pues sus papás les prohibieron muchas diversiones y muchas conductas que a sus hermanos menores… ¡ni en cuenta!

Por el solo hecho de ser el mayor, cualquier extremo parece malo a los padres. Lo importante, entonces, es buscar el punto de equilibrio para tratar, tanto al primogénito como a cada uno de los hijos, sea el menor, el mayor o el “sandwich” (el de enmedio).

Definitivamente, el lugar que ocupan los hijos en nuestra familia influirá grandemente en el desarrollo de su personalidad. El primogénito, por ejemplo, puede ser o no un líder natural y eso, a veces le trae frustraciones ya que los demás miembros de la familia esperan demasiado de él y no siempre podrá cumplir con las expectativas que sus padres le han trazado.

Es tarea de los padres sacar el mayor provecho de los hijos primogénitos ya que se ha comprobado que poseen ciertas cualidades que bien encaminadas los puede llevar a convertirse en unos triunfadores.

Fuente/Autor: Edna García de Martínez

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