Y entró para quedarse con ellos. Se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces sus ojos se abrieron y lo reconocieron; pero él desapareció de su lado (Lc 24, 29-31)
Entonces le reconoces en gestos que hablan de él.
Y parece que una luz distinta ilumina todo. Le reconoces en las vidas compartidas, y en las caricias auténticas, en las palabras que se abren paso hasta llegar al corazón, y hablan de amor, de justicia, de esperanza.
Le reconoces en la entrega gratuita.
En la canción que te incendia por dentro. En el hombre golpeado que no se rinde.
En la mujer que se sobrepone a la adversidad y sonríe con fe inquebrantable.
Lo reconoces en las personas que viven bendiciendo (bien-diciendo)
bendiciendo a otros que es hablar bien de otros
Le reconoces en quien da (y se da).
Fuente/Autor: Pastoral Jesuitas