“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

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Temas

ETAPAS DEL DISCERNIMIENTO VOCACIONAL

27 de enero de 2020

Primera Etapa

Etapa del Descubrimiento

En nuestra vida suceden acontecimientos que se ven marcados por una realidad profundamente humana: la del “descubrimiento”. En nuestra niñez prontamente descubrimos la seguridad y el deber de obediencia a nuestros padres y mayores. En la pubertad y adolescencia ocurre el descubrimiento de la sexualidad, y genitalidad que se asientan en nuestro cuerpo e inciden en el espíritu; al mismo tiempo hacemos el descubrimiento del ‘otro’ no como objeto del que puedo disponer, sino como sujeto con el que puedo caminar. Es en este tiempo precioso de novedades, es que también hacemos el descubrimiento del mal uso de la libertad, de los vicios, de la superficialidad y el desorden en la vida; pero al mismo tiempo, descubrimos que estamos hechos para algo más grande; en el corazón se da una serie de anhelos y sueños que buscan realizarse con imperiosa necesidad. Es en esta etapa donde urge descubrir para qué estamos aquí, en este mundo, en este momento de la historia, en el seno de una familia concreta y en una Iglesia que tiene urgencia y demanda de cristianos auténticos pero en diferentes vocaciones y ministerios.

La pastoral vocacional ofrece en este primer momento una serie de temas que invitan al descubrimiento de “uno mismo”, “del otro” y de Dios. Respóndete a ti mismo:

1. ¿Quién soy? La realidad y el drama de la búsqueda.
2. ¿Qué talentos tengo en mis manos? La conciencia
3. ¿Qué quiero ser? Las metas y prioridades de mi vida
4. ¿Qué quieres Señor, de mí? ¡Habla que tu siervo escucha!

Signos y síntomas de una llamada de Dios a alguien para consagrarse a él en la vida religiosa o la sacerdotal.

Como en el amor humano, en la vocación sacerdotal no hay reglas absolutas. Se puede, sin embargo, tener en cuenta algunos aspectos o rasgos generales que ayudan a discernir si un joven está siendo llamado por Dios o no.

• Vida en gracia. Podemos decir que el fin último del ministerio sacerdotal es lograr que todos los hombres vivan en gracia de Dios y así se salven eternamente. Para eso vivió, murió y resucitó Jesucristo, para darnos vida eterna.

• Los cristianos, auxiliados por los sacramentos, debemos y podemos vivir permanentemente en gracia. Es por eso que recibe el nombre de gracia habitual. Siendo frágiles cualquiera puede en un momento dado cometer un pecado o error y verse así privado de la paz interior. Un católico no tolera vivir en pecado y busca la reconciliación con Dios en el sacramento de la penitencia lo más pronto posible.

• Gusto por las cosas de Dios. Muy raro sería que se manifestara una vocación en un muchacho tibio y desapegado. Por lo general, existe una inclinación, tal vez heredada y vivida en la familia, hacia lo religioso, lo pacífico. El gusto por las cosas de Dios, a pesar del mal ambiente familiar, puede llegar súbitamente como un magnífico descubrimiento a partir de un encuentro con Cristo, por ejemplo en una jornada de vida cristiana o en un retiro espiritual. De pronto Dios es el personaje más importante en la existencia y todo lo que tenga que ver con Él es maravilloso: Biblia, sacramentos, catequesis, apostolado, parroquia, oración, obras de caridad, liturgia, servicio, etc… No es de extrañar, por lo tanto, que se diga: “esto es lo mío” y piense entrar en alguna comunidad religiosa o seminario.

• Capacidad intelectual. Cuando un joven ha podido terminar estudios secundarios, está demostrando al menos dos cosas: cierta capacidad intelectual y haber tenido la disciplina suficiente para terminar satisfactoriamente. Podemos sospechar que los estudios filosóficos-teológicos no serán un obstáculo infranqueable. En la comunidad o cualquier casa de formación religiosa/sacerdotal se estudia mucho y por largos años. Por lo general son tres años de filosofía y cuatro de teología, aparte de un año de noviciado. Es por eso que hacen falta tanto la inteligencia como la perseverancia. Los sacerdotes, al final de sus estudios, son tan profesionales o más, que un licenciado, ingeniero o doctor.

• Equilibrio emocional. El ministerio sacerdotal o la consagración religiosa, y la vida misma en el seminario o casas de formación, van a someter al joven a duras pruebas y presiones. Es por eso que se requiere de una estabilidad bien cimentada. Las personas frágiles, volubles, en extremo emotivas, desequilibradas, no son aptas para el sacerdocio y tal vez ni para el matrimonio. Cuando se tiene sobre los hombros la responsabilidad de una parroquia o la dirección de una escuela, cuando los problemas de la gente llegan por todos lados, cuando hasta las tentaciones acechan, es necesario poseer una ecuanimidad y un dominio de sí a toda prueba. Una persona sin esas cualidades será un problema permanente tanto en el seminario, como en la casa de formación, y siempre en la vida ministerial o religiosa.

• Vida de castidad. Relacionada con la estabilidad emocional viene la capacidad de vivir en castidad perfecta. En un mundo hedonista, donde se concede un valor absurdo e indiscutible al placer y consumismo, sea del tipo que sea, el voto de castidad parece una locura incomprensible. Pero es la gracia de Dios que nos ayuda a vivir con libertad la grandeza del amor a los hombres. Nos hacemos libres para amar no a uno en particular sino a todos en Cristo. Casto es ser transparente en las manifestaciones afectivas, emocionales. No temer a ello, sí se puede. Jesucristo nos dice: “Mi gracia te basta”. El candidato a la vida consagrada es invitado a continuar viviendo la castidad del célibe cristiano, permanentemente, por el Reino de los Cielos. Si ya desde joven ha comprobado tristemente que no le es posible la continencia, debe antes de atreverse a emitir el voto de castidad, comprobar que ha superado esa debilidad y puede en el futuro ser fiel a su promesa.

El voto de castidad hace del sacerdote y del religioso o religiosa, no solamente un hombre o mujer libre de las cargas inherentes a la vida de familia, sino también un signo impactante para el mundo, de los valores trascendentales del Reino de Dios. El que un hombre o mujer renuncie a una cosa tan de acuerdo con la naturaleza humana, como es formar una familia, supone un acto de fe formidable en la Vida Eterna de la Gloria. Es pura gracia.

• Amor a la Iglesia. El religioso(a) y el sacerdote trabajan tiempo completo por el Pueblo de Dios: Todas sus energías, proyectos, ilusiones, van encaminadas a la instauración del reino de Dios en la tierra, extendiendo sus límites a los confines del mundo. En otras palabras, toda su vida en una apasionada entrega a la Iglesia. Un muchacho que ha descubierto el proyecto de Dios, ama ya a la Iglesia y trabaja por ella en obras de apostolado desde su posición laical. No solamente medita directamente el Evangelio, sino que estudia asiduamente los documentos del Magisterio. Escucha atentamente la voz del Papa y de su obispo, se interesa en los acontecimientos eclesiales como pueden ser los viajes pastorales del Papa, las reuniones episcopales como el CELAM, etc… Es en otras palabras, un “hombre de Iglesia”.

• Amor a la Eucaristía. Podemos decir que la cumbre del ministerio sacerdotal es la celebración de la Eucaristía (misa); “ella es cumbre y fuente de la vida de todo cristiano.” En la misa es cuando un sacerdote es más sacerdote. Es cuando los poderes sacerdotales rayan en lo inaudito: ¡consagrar el pan y el vino para ofrecer al Padre la Víctima Divina y luego repartirla al pueblo fiel! La intimidad con Jesús Eucaristía es uno de los signos más claros del llamado al sacerdocio. Pasar largos ratos ante el Sagrario, participar gustosamente en la misa, comulgar no tan solo los domingos, sino a diario si es posible, sería lo más lógico en el proceso hacia el sacerdocio. Esta gracia se va adquiriendo poco a poco, si por ahora no tienes esta práctica, ten calma, más adelante, con las oraciones y la bendición de Dios, llegarás a amar la Eucaristía, pues de él brota toda la fuerza de nuestra consagración.

• Actividad Apostólica. Se ha mencionado que el candidato, por su amor a la Iglesia, participa en el apostolado. Del mismo modo como un chico que desea ser futbolista se pasa el día pateando pelotas y no pierde ocasión de jugar, el muchacho que es llamado al sacerdocio, se interesa por las obras de apostolado generosamente. Tal vez no lo reflexione ni se dé cuenta, pero el apostolado se convierte en el valor principal en su vida: ir de misiones, llevar esperanza a los asentamientos humanos, pueblos lejanos, olvidados…a los pobres darles ánimo y levantarles su dignidad de hijos(as) de Dios. Podemos decir que el celo apostólico es un signo y un camino de la vocación sacerdotal y de consagración religiosa.

• Amor a los hombres. Ligada a lo anterior, el consagrado(a) no se fuga del mundo ni es incapaz de amar ni tampoco le tiene miedo a las mujeres o a los hombres; siente un amor y respeto profundo por ellos, el mismísimo amor de Dios lo mueve y lo apasiona; si no fuera así, estaría llamado a muchas cosas quizás, pero no a consagrarse a Dios. Más al contrario, cuando uno descubre en su vida la bondad, misericordias y amor de dios, es cuando más ama, más ama a sus familiares, a sus amistades, a las personas que le rodean. Se entrega, se abre a la belleza de la vida. Nos hacemos totalmente otro, llegamos a decir como Pablo: “No soy yo quien vive en mí, es Cristo quien vive en mí”

Segunda Etapa

Etapa de Búsqueda.

Cada día que empieza trae sus metas, preocupaciones, derrotas, esfuerzos y conquistas; pero es indudable que la pregunta por el mañana y lo de deseamos de él caracteriza a la juventud. Su santidad Juan Pablo II afirmó sin vacilaciones en su libro Cruzando el umbral de la esperanza, que la juventud “no consiste en al acumulación de un determinado número de años, sino en el período que buscamos respuestas a las grandes interrogantes de la vida, y buscamos darle sentido a la misma”. ¡ Búsqueda , he aquí la segunda gran etapa de nuestra vida! El ser personas en búsqueda, obedece a que somos seres inacabados, somos “proyectos”, nos estamos realizando y construyendo a diario. Todos buscamos la felicidad, la verdad, la eternidad, el amor; donde nos distinguimos unos de otros es en el “donde” lo estamos buscando.

En la segundo etapa del discernimiento, la pastoral vocacional pretende acrecentar en los jóvenes esa búsqueda de respuestas y de sentido para sus vidas. Quiere ayudar a los jóvenes a no identificar placer con amor, peligro con riesgo, alegría superficial con felicidad duradera, acompañándoles en su búsqueda, ayudándoles a decirle a Jesús, lo mismo que un día, el joven Samuel le dijo a Dios: “habla, que tu siervo escucha”. Nuestra meta no consiste en ayudar a los jóvenes a ser curas o monjas a cualquier precio, sino santos y felices seres humanos. Si logramos esto, al tener hombre cristianos auténticos y felices, es seguro que Dios suscitará abundantes siervos y ministros del altar, santos y felices.

CONTENIDOS DE ESTA ETAPA

• Vocación a la vida y la vida como vocación: El hombre en búsqueda de Dios.
– La búsqueda de felicidad y de sentido de la vida: Dios al encuentro del hombre.
– La ciudad del hombre (el mundo real: historia y utopía) la ciudad de Dios (el mundo ideal: metahistoria y escatología)

• Las crisis y tentaciones ante la llamada de Dios.
• Diferentes respuestas a una única llamada: ser santos y felices.
• Las nubes de la decisión.

Tercera Etapa

Etapa de Discernimiento

Tomás de Kempis, autor de la Imitación de Cristo (siglo XV), exhortaba a tener prudencia en las acciones con las siguientes palabras: “No se debe dar crédito a cualquier palabra ni a cualquier espíritu; mas con prudencia y espacio se deben, según Dios, examinar las cosas. […] La buena vida hace al hombre sabio, según Dios, y experimentado en muchas cosas. Cuanto alguno fuere más humilde en sí y más sujeto a Dios, tanto será más sabio y sosegado en todo.”

A veces no sabemos que rumbo tomar ni por cual decisión optar; es en estos momentos donde necesitamos sabiduría, prudencia y discernimiento para no equivocarnos, ni herirnos ni herir a las personas que están a nuestro alrededor, lo peor que nos puede pasar en la vida es “pasar” por ella y que ella nos pase a nosotros, o simplemente querer pasarla bien. Discernir significa medir fuerzas, capacidades, valorarse y arriesgarse. El Papa Juan Pablo II nos hacía un reto que no podemos olvidar: “Jóvenes, cuando elijan su futuro, no lo hagan sólo para ustedes mismos.” Una vez que hemos descubierto que no estamos demás en el mundo y que hemos avanzado por la vida buscando respuestas, debemos detenernos y discernir, para esto se hace necesario intensificar el dialogo con Dios y con los otros; en esta etapa se hace urgente y necesario preguntarse muy en serio, ¿qué quiero? ¿puedo conseguirlo? ¿por cuanto tiempo?¿con qué auxilios? Y lo más importante ¿Eso es lo que Dios quiere y me pide? ¿Puedo darlo? ¿Quiero darlo? ¿Me hará feliz? Si hay algo que caracteriza a esta etapa es que nunca como en ella, el destino está en tus manos; la decisión que tomes será la correcta, pues viene de ti.

El destino

“Cuentan que había un hombre muy sabio y anciano en la cumbre de un “monte”. La gente de la aldea al corregir a sus hijos siempre les decían: no griten, porque el anciano sabio que mora en lo alto del monte dice que: ¡Quién grita pierde la razón y ofusca el corazón!. No peleen, porque el anciano enseña: ¡Quién emplea la fuerza oculta su vulnerabilidad, al no ser fuerte como hombre, libera un monstruoso animal que lleva dentro de sí! No falten a sus mayores, ya que el sabio de la montaña instruye: ¡Quién ignora las canas, ignora el futuro y quien no respeta el mañana, irrespetara el ahora! Todos los minutos, a cada acción de los jóvenes y niños rebeldes, le sucedía una enseñanza de los padres, de lo que decía el anciano sabio que moraba en el monte. Como era de esperarse, ellos estaban hartos de tanta enseñanza, y un día, dos de ellos se decidieron poner fin a la fama de sabio del viejo del monte. Salieron con esa intención muy temprano y buscaban la manera de consumar su plan. De pronto dos pajarillos que ensayaban sus débiles alitas cayeron ante ellos de la copa de un árbol El mayor de los dos jóvenes exclamó: ¡Ya lo tengo! ¿Qué cosa? Preguntó el otro. La manera de acabar con la fama de sabio del viejito. Esto es lo que haremos: nos acercaremos a él con las manos ocultas y le preguntaremos: Anciano sabio: ¿A qué hemos venido? Si nos dice algo parecido como: a preguntar algo, creo…, le diremos: sí. Dinos: a parte de las preguntas ¿traemos algo más? Si nos dice que llevamos los pajaritos, porque tal vez nos vio y no nos dimos cuenta, le diremos ¿Y como están esos pajaritos? Si nos dice que están vivos, los apretamos y sofocamos y se los enseñamos muertos. Si nos dice que están muertos, abrimos las manos y los dejamos volar. Y se acabó su fama y la necedad de nuestros padres, y ya.

Así subieron el monte cuando llegaron donde el sabio y le dijeron: Dinos sabio ¿A qué hemos venido? El anciano con sus ojos cerrados, les respondió: Supongo que han venido a buscar respuestas. Más o menos, dijeron los jóvenes. ¿Sabes si traemos algo más? Si, respondió el anciano suspirando profundamente. ¿Dinos que traemos? Traen sus vidas y unos pajaritos en sus manos. Palideciendo, los dos jóvenes replican: ¿Dinos como están esos pajaritos? Ya se los he dicho, pero no supieron escuchar. Abriendo los ojos y clavándolos en los de los jóvenes les dijo: Traen sus vidas y unos pajaritos entre sus manos. Esos pajaritos representan su juventud y sus vidas, ellas están como ellos: en sus manos. Si los quieren vivos, vivirán, si los quieren muertos, morirán”. ¿Sabes lo que quieres y cómo lo quieres?

DEFINICIÓN
En esta etapa de discernimiento vocacional se estimula el crecimiento de las inquietudes vocacionales de quienes perseveran en los encuentros, y de aquellos que crecen en sus comunidades o parroquias a través de sus compromisos apostólicos, grupales y parroquiales; dando prioridad al crecimiento espiritual fundado en una fe sólida, que crece y madura en la frecuencia sacramental, la oración y el apostolado.

Toma de decisiones

Ya estamos en el umbral de las respuestas, fue toda nuestra niñez llega de preguntas: ¿qué es esto? ¿aquello? ¿por qué es…? ¿para qué…? Llega la adolescencia y abandonamos las preguntas para aventurarnos a la libertad, al descubrimiento de uno mismo… Ahora estás en plena juventud con interrogantes aún sin resolver: ¿casarme? ¿profesión? ¿trabajo? ¿ser padre/madre de familia? Hora de tomar decisiones. Nadie lo hará por ti. Esta etapa es la más especial, pues ya has recorrido largo camino de discernimiento. Decide de acuerdo a tus convicciones, de acuerdo a tu conciencia, a tus creencias. Que nada influya tu decisión trascendental, pues de ella depende tu felicidad.

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