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Mundo Misionero Migrante

Emigran hacia la muerte

27 de enero de 2020

Los ilegales hacen frente al calor del desierto o al embate de los océanos para llegar a otro país en busca de una vida mejor.

Ciudad de México (13 febrero 2006)

Cuatrocientos cuarenta y un muertos en el límite entre México y Estados Unidos, 289 en la frontera española, 32 balseros cubanos ahogados en las costas de Florida; números de por sí dramáticos pero aún insuficientes para reflejar la tragedia de millones de migrantes que en busca de un futuro mejor, arriesgan sus vidas para llegar a una tierra que sueñan les dará lo que en su país no han podido encontrar.

De África a Europa o de América Latina hacia Estados Unidos, cruzan el desierto en caminatas de días en las cuales muchos perecen deshidratados; otros eligen adentrarse al Océano en precarias embarcaciones que si la suerte les acompaña resistirán el embate de las olas, pero el mar enfurecido también es capaz de ahogar los mayores sueños.

Historias y realidades distintas que muchas veces tienen el mismo final trágico: la muerte.

María, una mexicana de 42 años, cruzó hace un año la frontera con Estados Unidos en busca de una vida mejor que no logró encontrar en su país.

“Yo llegué a Nogales con la decisión de cambiar de vida, de suerte” , relató María, por ello puso su vida y la de su hijo en manos de los polleros que contactó y a los cuales les tuvo que pagar 3 mil 400 dólares para que los cruzaran al otro lado de la frontera.

“El primer pollero que contacté nos engaño, (…) nos quiso asaltar, quería que yo le diera dinero; pero me lo guardé bien y le dije que no tenía y nos sacó una navaja”, contó María. Luego de implorarle a los polleros, la dejaron ir.

La experiencia no mermó la determinación de la mexicana. “Yo dije: no es posible que no pase, ya estoy aquí. Me aferré y contacté a otra persona para que nos pasara”, reveló.

María se alegró de poder contar su historia desde la casa de su hermana en Estados Unidos, porque durante el viaje varias veces pensó que no iba a lograr llegar a reunirse con su familia y porque sabe que muchos mueren en su búsqueda del llamado sueño americano. Tan sólo en 2005, 449 migrantes dejaron su vida en la frontera de México con Estados Unidos.

Cuando María y su hijo iban a medio camino entre su punto de partida y la frontera, la Policía los empezó a seguir. “Nos pararon y nos apuntaron con sus rifles, nos querían deportar. Entonces el pollero negoció y seguimos caminando”, recordó.

Durante el viaje el pollero les dio el agua que debían racionar, algo imprescindible para sobrevivir ya que muchos migrantes mueren deshidratados por las altas temperaturas que deben soportar.

Fueron dos días y una noche de caminata. Cuando ya estaban del otro lado de la frontera los recogieron en unas camionetas, pero allí no se terminaba la travesía. “En la camioneta en la que íbamos se atravesaron unos carros” mencionó María.

Sin embargo, la suerte estuvo de su lado y pudo escapar. “Ellos dicen que si nos hubieran agarrado nos hubieran secuestrado o asaltado. Ahí me dio mucho miedo, no por mí, sino por mi hijo”, relató María con gran alivio comparando su viaje con una aventura de las que se ven en las películas de cine, que en este caso tuvo un final feliz, o por lo menos el que ella buscaba.

El drama de las pateras

“Las cruces que vi en Tijuana me hicieron recordar, las cruces que nadie puso entre Ceuta y Gibraltar”, canta el grupo español Jarabe de Palo reflejando la triste similitud entre la realidad de los africanos que buscan llegar a Europa y los latinoamericanos que buscan cruzar la frontera con Estados Unidos.

Suri tiene 20 años es de Malí un país situado en África subsahariana y logró llegar a España saltando la doble verja con púas de nueve kilómetros de longitud y casi seis metros de altura en el enclave de Melilla en la frontera con Marruecos.
Salió de su país porque el 70 por ciento de la población vive en la pobreza. Según datos estadísticos, la esperanza de vida en su nación es de 45 años.

Uno entre miles, Suri esperó pacientemente y junto a otros 27 migrantes saltó el muro. En el 2005 más de 11 mil inmigrantes africanos intentaron entrar a España por los enclaves fronterizos con Marruecos.

Ese mismo año, 11 inmigrantes fueron muertos a balazos por las fuerzas marroquíes cuando intentaron cruzar las vallas de Melilla y Ceuta.

Ahora, el joven de 20 años se enfrenta a la realidad de ser un inmigrante ilegal en España. “No tengo papeles y sin papeles no puedo trabajar”, expresó Suri en un español apenas inteligible, otra valla que tendrá que superar para poder sobrevivir.

La mayoría de los inmigrantes que mueren en España se ahogan en las costas cuando las embarcaciones en las que viajan naufragan en el Estrecho de Gibraltar, las Islas Canarias y las Baleares. Sólo en Canarias durante 2005 se ahogaron 225 personas que viajaban en estas lanchas llamadas pateras.

Radares, detectores de calor y lanchas rápidas, son los elementos que utiliza la Guardia costera española para interceptar a los botes clandestinos. Los conductores de las pateras están al tanto de que existen operativos que pueden echar a perder sus planes.

Por eso, ante la menor amenaza se deshacen de sus clientes -que han pagado por el viaje un promedio de 4 mil dólares por persona-tirándolos al mar como si se tratara de mercadería de contrabando.

Franklin un camerunés de 36 años, no viajó en patera y pudo llegar a la Península vía aérea con una visa que obtuvo para una conferencia en Francia, pero conoce los caminos que los suyos deben recorrer para llegar a Europa porque no tienen acceso a una visa o a un boleto de avión.

“Te vas trasladando de un país a otro, pueden pasar años antes que llegues y más si no tienes dinero. Tienes que sufrir mucho antes de llegar y si llegas por mar tienes que pagar la patera y muchos no llegan, quedan como restos flotando en el agua”, lamentó Franklin quien es un afortunado que no tuvo que pasar por esa peripecia que algunos de sus paisanos tienen que vivir para llegar a la tierra prometida, si es que llegan vivos.

Fuente/Autor: Florencia Pereira

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