“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

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El Seminario Scalabriniano

27 de enero de 2020

La respuesta a la vocación divina tiene que ser consciente y libre. Se requiere por tanto un suficiente grado de madurez. Eso no significa, sin embargo, que Dios tenga que quedarse callado hasta el momento en que los hombres consideramos que es oportuno que hable.

Es un hecho que hay jóvenes que oyen la voz de Dios. Samuel era un muchacho. Además «en aquel tiempo era rara la palabra de Yahvéh». Cuando despertó en la noche a Elí, el anciano sacerdote sólo tenía claro que él no lo había llamado; y le mandó acostarse de nuevo. Pero a la tercera, «comprendió Elí que era Yahvéh quien llamaba al muchacho». «Sus ojos iban debilitándose y ya no podía ver», pero oía muy bien la voz del Señor, y supo invitar a aquel joven a decirle: «habla, Yahvéh, que tu siervo escucha» (cf. 1 S 1-9).

Es evidente que un joven no puede aún comprender todo lo que significa e implica la entrega a Dios. La planta de la vocación no madura antes de tiempo. Pero eso no quita que el Sembra- dor pueda plantar la semilla en esa tierra virgen, y que pida a los obreros de la mies que la cultiven y protejan. Por eso la Iglesia ha pedido que se mantengan, más aún, que se establezcan seminarios para cultivar los gérmenes de la vocación.

Efectivamente, cuando un muchacho manifiesta algún interés vocacional, no se puede sin más ignorar el hecho o tacharlo a ciegas de fenómeno infantil. Habrá que ver en cada caso. A veces convendrá quizá dejar que pase algún tiem- po; otras, será oportuno seguir de cerca esas primeras inquietudes a través de la orientación personal de algún religioso o sacerdote acompañante o con la ayuda de grupos de animación cristiana…; otras lo más conveniente será acoger ese germen en un clima especialmente apto para su cultivo.

proporciona ante todo eso, un clima de cultivo, un ambiente sano, adecuado a la edad del muchacho. Una atmósfera que favorezca el desarrollo de su personalidad humana y cristiana, y haga posible que la semilla inicial vaya echando raíces.
Una de las finalidades primordiales de esta etapa formativa habrá de ser precisamente el discernimiento de la vocación de los seminaristas Ellos irán viendo, conforme van madurando integralmente, si de verdad ese es su camino.

Los formadores podrán conocer a fondo a cada uno para ver si son realmente idóneos y comprender si se puede pensar en una auténtica llamada divina al sacerdocio.
Para que ese discernimiento sea objetivo es decisivo que los chicos se sientan siempre en completa libertad de cara a su decisión. Libertad ante los formadores, ante los compañeros, ante sus familias, y ante ellos mismos. Nada debe saber a presión o condicionamiento a favor de la vocación. Pero tampoco debe haber condicionamientos en contra de ella, pues coartarían igualmente su libre albedrío. Es algo que olvidan a veces algunos familiares y conocidos, e incluso quizás sacerdotes, que presionan a los chicos, en nombre de su libertad, para que cambien de camino. Sólo si se evitan las influencias opresivas, de cualquier lado y signo, podrá el muchacho responder libre y responsablemente a lo que vea ser la voluntad de Dios.

A medida que el joven va creciendo y madurando, ese cauce debe ir abriendo mayores espacios a la gestión personal. Serán otros tantos retos a su capacidad de administrar su tiem- po y su vida de acuerdo con los valores y principios que ha ido interiorizando. Los formadores deberán estar atentos en este proceso para ayudarle a corregirse cuando tienda a desviarse. Será también ésta una ayuda a la correcta maduración de su libertad.

Finalmente, resulta muy interesante lograr que las familias de los seminaristas se identifiquen con el Seminario Scalabriniano. Que visiten a sus hijos y participen en algunos momentos festivos, que conozcan y entiendan la formación que reciben, que aprecien y apoyen su posible vocación religiosa misionera y sacerdotal…
Lo importante es que no se dejen morir, abandonadas, las semillas que Dios vaya sembrando en cada etapa de la historia de la humanidad.

Fuente/Autor: La Redacción

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