“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

GOETHE
Puertas abiertas…
01/27/2020
Anoche cuando dormía…
01/27/2020

Tu Página

El Príncipe y los cautivos

27 de enero de 2020

Antoine de Saint-Exupéry, autor de la célebre obra “El Principito”, relata en uno de sus capítulos un interesantísimo diálogo entre el pequeño protagonista y el habitante del cuarto planeta. Éste es un hombre de negocios, una persona seria. Se pasa la vida contando estrellas que reclama como suyas.

El Principito llega al mundo de este individuo pensando encontrar un nuevo amigo. Se lleva una decepción, pues su interlocutor no está interesado. Éste sueña en hacerse rico y lo demás no le importa, no entra en la órbita de sus intereses. Ante tal actitud, el pequeño noble no encuentra otra opción que la de marcharse del inhóspito planeta.

¿Qué hubiera ocurrido con la historia del escritor francés si el Principito hubiera venido a parar a nuestro planeta tierra en este año 2003?

Tal vez se hubiera encontrado con hombres parecidos al que se decía dueño de las estrellas. Hubiera visto personas cuyo único motor en la vida consistía en buscar un seguro porvenir y nada más. Pero también se hubiera topado con terrestres que se preocupan por el destino de otros, como aquellos presos de Argentina.

Por la televisión se enteraron que determinada zona de su país padecía de una crónica hambruna. Vieron las imágenes de niños consumidos por la desnutrición y esto les llevó a optar por una medida fuera de este mundo. Decidieron no cenar durante un mes entero. Pidieron que la cantidad que se ahorrara con la abstinencia se destinara a aliviar la suerte de esos pobres.

Estos presos no son ciertamente misioneras de la caridad, ni viven en cárceles de cinco estrellas mientras saldan sus delitos. Pero no es necesario vestir de sayal y llevar rosario en la mano para hacer palpitar el corazón al unísono con las desgracias de otros menos afortunados.

Para tales detenidos no hubo necesidad de visitas principescas. La generosidad hizo acto de presencia en sus mismas celdas para transportarles fuera de la reclusión a otro mundo que ellos no conocían.

No viajaban ni en «business class», ni en «primera». Ni mucho menos reservaron boletos de turistas. Salieron de sus preocupaciones, de sus intereses, de sus tristezas. Se fueron de viaje, pero no como quien va de vacaciones, sino como quien quiere ayudar. Es cierto que no resolvieron todo el problema, pero se hicieron parte de la solución.

Y así, estos cautivos obraron el bien con toda libertad.

Descubrieron que lo más serio en esta vida consistía en hacer el bien sin mirar a quién.

Fuente/Autor: Rodolfo Caballero

Comments are closed.