Adam Kozlowiecki fue perseguido por el nazismo
CIUDAD DEL VATICANO
Benedicto XVI ha expresado su dolor al recibir la noticia del fallecimiento del cardenal polaco Adam Kozlowiecki, misionero jesuita en Zambia, primer arzobispo de Lusaka. Tenía 96 años.
En un telegrama dirigido al arzobispo de Lusaka, monseñor Telesphore George Mpundu, el Papa recuerda con gratitud su «servicio misionero» a la Iglesia en África y su «inquebrantable compromiso por la difusión del Evangelio».
Nacido en Polonia el 1 de abril de 1911, Adam Kozlowiecki entró en la compañía de Jesús en 1929. Arrestado por la Gestapo a inicios de la segunda guerra mundial en el colegio de los padres jesuitas de Cracovia, junto a otros 24 hermanos en religión, fue encerrado en los campos de concentración de Auschwitz y Dachau.
Describió las dolorosas pruebas que padeció bajo el nazismo, acompañadas por extraordinarias experiencias espirituales, en el libro «Opresión y aflicción. Diario de un prisionero».
Tras ser liberado del campo de concentración por soldados estadounidenses, partió a Rodesia del Norte (actual Zambia) para trabajar en una misión de los jesuitas, en la que se entregó a la educación de niños y jóvenes y a visitar a las familias de la selva. En 1959 fue nombrado primer arzobispo de Lusaka.
«Muchas veces defendió la igualdad entre razas y la justicia. Junto a otros misioneros desempeñó un papel importante para lograr la independencia, que tuvo lugar el 24 de octubre de 1964», explica «Radio Vaticano».
Desde la fundación del Estado independiente de Zambia, el arzobispo Kozlowiecki se dirigió en varias ocasiones a la Santa Sede para pedir que le sustituyera un prelado de origen africano.
Esta petición fue aceptada por Pablo VI el 29 de mayo de 1969. Su sustitución tuvo un gran impacto en todo el continente africano, donde en muchas regiones comenzaron a formarse jerarquías eclesiásticas locales.
A partir de entonces se dedicó a trabajar en Zambia como un simple misionero. En 1998, Juan Pablo II le creó cardenal, en reconocimiento a una vida de servicio a la Iglesia.
«Te confieso, Santo Padre, que he quedado totalmente sorprendido por esta noticia, me resultaba difícil comprenderlo y poner en orden mis pensamientos que, obviamente, a los 87 años, estaban ocupados por otros problemas», escribió en esa ocasión el recién nombrado cardenal al Papa Karol Wojtyla.
«Besando la mano y los pies de Su Santidad y con profunda gratitud acepto este signo de confianza, sobre todo como signo de reconocimiento a todo simple misionero que por voluntad de Dios desempeña el servicio a la Iglesia y a los pobres, a los hermanos y a las hermanas que no conocen al Padre», añadía en su misiva escrita a Juan Pablo II.
«Me enseñaron lo que quería decir ser religioso-jesuita, me enseñaron después lo que quiere decir sacerdote, ahora tengo que aprender qué significa ser cardenal, pues esto nadie me lo ha enseñado», concluía con su típico sentido del humor polaco.