“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

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Como el papel arrugado

27 de enero de 2020

Cuando era niño, mi carácter impulsivo me hacía reventar en cólera a la menor provocación. La mayoría de las veces, después de uno de estos incidentes, me sentía avergonzado y me esforzaba por consolar a quien había dañado.

Un día, mi maestro, quien me vio dando excusas después de una explosión de ira, me llevó al salón y me entregó una hoja de papel lisa y me dijo: ¡Estrújalo!

Asombrado, obedecí e hice con el papel una bolita.

Ahora -volvió a decirme- déjalo como estaba antes. Por supuesto que no pude dejarlo como estaba, por más que traté, el papel quedó lleno de pliegues y arrugas.

El corazón de las personas -me dijo- es como ese papel… La impresión que en ellos dejas será tan difícil de borrar como esas arrugas y esos pliegues.

Así aprendí a ser más comprensivo y paciente. Cuando siento ganas de estallar, recuerdo ese papel arrugado. La impresión que dejamos en los demás es imposible de borrar… Más cuando lastimamos con nuestras reacciones o con nuestras palabras… Luego queremos enmendar el error pero ya es tarde…

Alguien dijo alguna vez: Habla cuando tus palabras sean tan suaves como el silencio. Por impulso no nos controlamos y sin pensar arrojamos en la cara del otro palabras llenas de odio o rencor y luego, cuando pensamos en ello, nos arrepentimos.

Pero no podemos dar marcha atrás, no podemos borrar lo que quedó grabado en el otro.

Muchas personas dicen: Aunque le duela, se lo voy a decir…; La verdad siempre duele…; No le gustó porque le dije la verdad…, etc… etc… etc…

Si sabemos que algo va a doler, a lastimar, si por un instante imaginamos cómo podríamos sentirnos nosotros si alguien nos hablara o actuará así… ¿Lo haríamos?

Otras personas dicen ser frontales y de esa forma se justifican al lastimar: Se lo dije al fin…; ¿Para qué le voy a mentir?…; Yo siempre digo la verdad aunque duela…

Qué distinto sería todo si pensáramos antes de actuar, si frente a nosotros estuvieramos sólo nosotros y todo lo que sale de nosotros lo recibieramos nosotros mismos, ¿no? Entonces sí nos esforzariamos por dar lo mejor y por analizar la calidad de lo que vamos a entregar…

Aprendamos a ser comprensivos y pacientes… Pensemos antes de hablar y de actuar.

Fuente/Autor: Dr. Guillermo Pérez Gómez

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