porque… ¿a dónde me vas a llevar?… Tengo miedo a arriesgarme, a firmarte en blanco, de darte un SÍ, que genere una reacción de “sies” en cadena; y sin embargo… ¡no tengo paz! Tú me persigues, Señor, me acechas por todas partes. Me aturdo con ruido porque temo oír tu voz; pero Tú te infiltras en el silencio. Me desvío del camino al verte, pero cuando llego al fondo del sendero, ¡ALLÍ ESTÁS TÚ! ¿Dónde podré esconderme si te encuentro siempre? No, no hay modo de esquivarte. … Pero, es que tengo miedo de decirte que SÍ, Señor. Tengo miedo de alargarte la mano, porque la aferras en la tuya… Tengo miedo de encontrarme con tu mirada, porque me seducirás… […]