Se fue la luz. Bueno, no, en realidad se fue la electricidad. Veo a través de la ventana el jardín sin Sol, bajo la luz peculiar y naranja de la tarde. Oigo la lluvia fina que cae y pega en los cristales. Huelo la cera de la vela y la humedad del aire. Los árboles se mecen, y aguantan, cada uno a su modo, con las ráfagas de viento. Oigo el sonido de un piano que no necesita electricidad ni batería. Siento la tarde en silencio, paz y tranquilidad. Y oigo el mensaje del Papa mucho mejor que en la tele. Se fue la electricidad, la luz no. Se fue el Papa, su mensaje no. Algunos piensan que es igual. […]