Sucede que yo tenía un plan… Pero no tuve tiempo de contárselo a nadie. La llamada fue tan fuerte, tan insistente, que ni siquiera pude hablar sobre mis proyectos. Yo tenía un plan de vida. Todo estaba previsto. Pero el Señor Jesucristo tenía su plan también. En mi mente atrevida yo fabricaba castillos; no aceptaba consejos, no consultaba a nadie. Pero él se acerco suavemente, colocó flechas en la ruta y enderezó mi camino. No fue solamente un sueño, ni una idea cualquiera; fue una llamada incesante, insistente, constante, que me hizo decir que sí, que sí, al plan de Dios; que no, al plan que yo tenía. Y ahora, después de este sí, después de este no, Yo comprendo. […]