En los momentos de silencio, de día y de noche, me llama la atención y me conmueve un llanto que proviene de la Cruz. La primera vez que lo escuché, salí de casa, y, buscando alrededor, encontré a un hombre crucificado. Déjame desclavarte de la Cruz, le dije, e intenté extraer los clavos de los pies. Pero Él me contestó: Déjame donde estoy, pues no bajaré de la Cruz hasta que todos los hombres, todas las mujeres, todos los jóvenes y niños se junten para sacarme de aquí. Entonces le dije: ¿Cómo puedo yo aguantar tu llanto? ¿Qué puedo hacer por ti? Me respondió: Vete al mundo entero y diles a todos los que encuentres, que hay un hombre clavado […]