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CAPACIDAD DE REZAR

27 de enero de 2020

La familia debe ser una escuela de oración. La oración debe moldear y hacer su sello en la familia.

El rezar es algo más importante, más difícil y hermoso. Hay una historia de San Francisco de Sales sobre una niña chica que apenas sabe caminar que le pide a su papá: “Vamos al jardín a recoger flores”. Como apenas sabe caminar, va tomada de la mano, con la que tiene libre, recoge las flores, al querer recoger más flores, suelta entonces la mano de su papá, cae por tierra y pierde las flores que había recogido.

San Francisco de Sales dice que esa es la historia de la vida de los hombres. Dios nos dice: a caminar, a divertirse. Pero nada más acuérdense que tienen 2 manos: 1 es para agarrarse de mí y la otra es para agarrar flores.

El día en que me sueltes, te irás de narices. Cuando digo capacidad de rezar, me refiero al lugar que den a Dios en su matrimonio, que no es accidental, que no es un anexo piadoso, es el sentido, el sostén de su vida matrimonial.

Ojalá y cada uno de ustedes quiera a Dios más de lo que se quieren el uno al otro, porque así se van a querer muchísimo, es la roca sobre la cual una vida se construye.

Cuando hablo de Dios, hablo de una religiosidad auténtica, no como esa muchacha que lleva a su novio a casa para presentarlo. El papá le pregunta “¿A qué te dedicas?”. “Estudio filosofía”, respondió el muchacho. “¿Cómo piensas mantener a mi hija?”. “Dios proveerá”, contestó el muchacho. “¿Cómo mantendrás a tus hijos?”. “Tengo mucha confianza en Dios”, respondió por último el muchacho. Al salir, la esposa le preguntó “¿Qué te dijo?”. El papá respondió “El muchacho, no tiene chamba, ni dinero pero lo peor, piensa que yo soy Dios…”.

Para entrar a las ligas mayores del matrimonio, hay una carta del P. Maciel para la fiesta de Cristo Rey. El tema para este año es “Cómo formar una vida cristiana de verdad”. Esta carta lleva a los matrimonios a otro nivel, viviendo la plenitud del matrimonio cristiano. Lo responde en 3 puntos:

a) Una familia en la que se ora y reza juntos.

Rezar el rosario, hay que rezar y orar. Orar es vivir en la presencia de Dios. El que construye su casa sobre roca es quien escucha la palabra de Dios y la pone a trabajar. Vivir a la escucha de Dios, vivir, viviendo lo que Dios nos pide. En cualquier problema y dificultad o crisis, sin en vez de escuchar al egoísmo, escucháramos la voz de Dios, qué rápido resolveríamos los problemas.

La familia debe ser una escuela de oración. La oración debe moldear y hacer su sello en la familia. La familia que reza unida, permanece unida. Cuando hay esto, es imposible que la familia pase por una situación que no puedan solucionar.

b) Una familia en la que se vive la fe.

Vivir y transmitir el sentido auténtico de la fe más con el testimonio que con las palabras, como testigos de fe. La gente a quien su vida es reflejo de su fe es vivirla auténticamente. El profesionista que vive iluminado por su fe es lo que buscamos, no ir a misa solamente. Dónde se vive la fe en las páginas dolorosas y gozosas. No puede haber verdadera vida cristiana si no se vive la caridad dentro o fuera de la familia.

Vivir la fe es vivir y transmitir la generosidad. Si quieren que sus hijos sean felices enséñenles a ser generosos, si son egoístas no lo serán nunca. La generosidad es parte de la fe. No simplemente la conveniencia. Pocas veces pensamos en la generosidad en términos de conveniencia. La generosidad en el amor no dice hasta donde. No vemos al Papa y nuestro Padre diciendo, “Ya he hecho suficiente…”, sino “¿Qué más puedo hacer?”

Generosidad cuando los hijos tienen vocación. Todos los que tienen hijos religiosos saben perfectamente que han recibido mucho más de lo que han dado, costosamente, pero han recibido mucho más. Dios no se gana cuando se trata de generosidad. Si no hay generosidad en nuestras familias, no podemos decir que hay vida cristiana.

c) Una familia que irradia la fe.

No es suficiente tener fe, debemos transmitirla. Una familia cristiana de verdad será siempre evangelizadora, misionera, que comparte con los demás el gozo, don y regalo de su fe.

Voy a terminar con una historia: una pareja que cumplía 50 años de casados, estaba en un restaurante. El mesero estaba admirado del señor por la delicada forma como trataba a su esposa y se le acercó para felicitarlo. Le dijo: “Señor, lo felicito por la delicadeza como trata a su esposa, con tantos calificativos y diminutivos después de tantos años…”. El señor le contestó, lo que pasa joven, es que la verdad, a veces no me acuerdo ni como se llama…

Fuente/Autor: P. Peter Coates | Fuente: Catholic.net

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