Caminaste humildemente con nosotros,
escuchando la historia de nuestro éxodo,
hecho de esperanzas decepcionadas,
de injusticias sufridas,
de proyectos no realizados.
Alrededor de la mesa hemos mirado tus manos y
hemos reconocido las cicatrices del crucifijo.
En esa tarde nos has hablado del proyecto del Padre y
has partido con nosotros el pan.
Esa tarde hemos mirado tu cara y
hemos cantado a la resurrección de la vida y del amor.
Y nos entregaste el pan para compartir
y el mensaje de fraternidad para anunciar.
Después de haberte encontrado migrante, Señor,
debemos correr para anunciar a otros migrantes y refugiados
que todavía es posible esperar y creer, y
que la cruz del éxodo y de la encarnación
se transformará en la gloria de la resurrección.
Debemos acampar en otro lugar, Señor,
porque es necesario mostrar también a otros
el rostro de la Trinidad resplandeciente de fraternidad y de comunión.
Amén.