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27 de enero de 2020

HISTORIA DE FRANCISCO

En los últimos años han llegado hasta nuestros oídos historias de personas que, agobiadas por la miseria y la falta de oportunidades laborales, abandonan su lugar de origen y emigran a Estados Unidos con la esperanza de conseguir en ese país un empleo que les permita mejorar su calidad de vida y la de los suyos. En el trayecto migratorio son muchos los peligros a los que estas personas se ven expuestas, ya sea para llegar hasta su destino o simplemente para sobrevivir.
Una de esas historias es la de Francisco, un joven de 23 años, procedente de Chiquimula, Guatemala

“Decidí irme a los Estados Unidos porque soy muy pobre, mis padres murieron cuando yo tenía 8 años, y no nos dejaron nada a mi hermana y a mí. Por eso yo decidí irme, para poder salir adelante, para tratar la manera de poder juntar algo de dinero para comprar un terreno y hacer una casa, y poder darle algo a mi hijo y no estar tanto en la miseria como cuando yo crecí, que con un huevo comíamos dos, mi hermana y yo.

Me fui el 14 de noviembre del 2009, íbamos en el tren y allí en Chontalpa, unos 25 hombres con armas de fuego nos dijeron que nos bajáramos, sino nos iban a matar. Íbamos unas 150 personas, nos bajamos, pero nunca nos imaginamos que nos iban a meter en esos carros, eran tres camioncitos con baranda y tapados con una lona para que no nos vieran, nos decían que no nos levantáramos, no nos daban agua, íbamos muriéndonos de la sed. Recuerdo que nos agarraron el día sábado y fuimos llegando el viernes, porque nos iba parando la federal, ellos iban dando dinero, nos correteaban y nos volvían a agarrar y así íbamos. Entonces nos quedábamos a dormir en el monte en la noche, el otro día tal vez caminábamos 20 o 25 kilómetros y otra vez a meternos en el monte porque estaba migración. Teníamos que esperar que se fueran para poder seguir. Llegamos a una casa en Reynosa, Tamaulipas, y nos metieron 50 en cada cuarto, más los que ya habían allí, aproximadamente habíamos como unas 300 personas en esa casa.

El primer día nos atendieron, nos dieron de comer pollo, pero el segundo día nos levantaron temprano para que llamáramos a nuestra familia. A mí me dijeron que si tenía familia, yo dije que no, ellos insistieron, yo decía que no, entonces me pararon frente a la pared y me pegaron 6 tablazos. Me decían consíguete un número, yo decía que no tenía a nadie, así pase 15 días.

De allí me acordé del número de teléfono de un mi amigo con el que había estado en Estados Unidos, hablé con él y le dije que me estaban pidiendo $3,500.00 para dejarme libre y para que yo pudiera venirme de regreso. Le dije “acuérdate que yo te dejé mi camioneta allá, te recuerdas que tu me dabas $2,000.00, pues dame los $2,000 y préstame el resto tú porque si no me van a matar.” Él me contestó que no tenía dinero y que les diga que se esperen. Primero mandó mil dólares y después otros mil y así hasta que completó todo el dinero, pero incluso así no me querían dejar libre, por eso es que me tuvieron 2 meses y medio.

Supe que estaba en Reynosa porque ellos decían cuando llamábamos a la familia que dijéramos que estábamos en Reynosa. Allí nos pegaban todos los días para que pudiéramos sacar dinero, si uno dice que no tiene familia, casi lo matan. Vi a unos que quedaron con su clavícula rota o sus piernas rotas. A un moreno lo dejaron casi en coma, pero como yo siempre cargo pastillas para el dolor de cabeza y la inflamación, le di casi todas mis pastillas y así fue como lo revivimos. Había niños de 12 y 13 años y les pegaban con la tabla también. A las mujeres las violaban, todos (los secuestradores) pasaban por una mujer y así mismo con otra y con otra.

No comíamos casi nada, a mi me cortaron un dedo, me golpearon la muñeca y la espalda. Nos tenían desnudos con el aire acondicionado al máximo y nos estábamos muriendo del frío. Nos quitaron todo, yo llevaba 700 pesos y me los quitaron, me quitaron mi licencia y mis papeles y me los quemaron, lo único que me dejaron fue la medicina que llevaba.

Nos dejaron libres porque iban a hacer cambio de casa y no podían transportar a toda la gente, máxime a los que estábamos golpeados, entonces dijo un secuestrador a otro que vaya a tirarlos en grupos de 10 allá a la Casa del Migrante. Yo fui de los primeros diez, a los otros diez no se dónde los fueron a tirar porque ya no llegaron allí.

En la Casa del Migrante las madrecitas que estaban allí nos preguntaron si queríamos ser deportados o queríamos buscar un trabajito para ver si podíamos seguir para adelante. Pero yo dije que quería ser deportado, me quería venir ya, no quería sufrir más. Entonces decidieron llamar a Derechos Humanos y ellos nos llevaron a Migración. Estuvimos en Migración de Reynosa una semana, y luego nos trasladaron a México, DF. Ese mismo día salí para Tapachula y de allí nos dejaron en la frontera de Guatemala. Pusimos la denuncia en Migración de Reynosa, pero allí no le tomaron mucha importancia, solo Derechos Humanos nos llevó al médico y nos apoyó con los medicamentos.

Ahora pienso quedarme aquí conseguir un trabajo, trabajar duro para seguir adelante y poder darle algo a mi hijo. Ya no vuelvo a intentar irme para Estados Unidos quedé traumado”.

Historias como la de Francisco existen miles, el secuestro y extorsión de la población migrante se han convertido en un negocio muy rentable para grupos del crimen organizado, las sumas exigidas a los familiares de las víctimas oscilan entre los 1,500 y 5,000 dólares. Algunos estudiosos estiman que en el año 2009 el número de personas secuestradas fue alrededor de 18,000 y que el monto de las extorsiones percibidas por estas redes de criminales fue aproximadamente de 25 millones de dólares.

Fuente/Autor: Redactado por Jacqueline

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