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Editorial

“Vale la pena reconocernos en el mundo como misioneros para los migrantes”

27 de enero de 2020

Desde Oaxaca como misionero scalabriniano y siendo el animador vocacional de la misma comunidad religiosa, inició este pensamiento después de haber sido testigo de dos ordenaciones sacerdotales: una en Contla, Tlaxcala y la otra en la ciudad de Oaxaca. De esta forma varios misioneros y seminaristas fuimos testigos al escuchar como dos Jóvenes Sin Fronteras daban su Sí completo a Dios para dedicarse completamente y en disponibilidad absoluta a la misión al cuidado pastoral de los migrantes en el mundo.

En ese sentido, y poniendo énfasis en que “han sido llamados por Dios a la vocación misionera”, puntualizo que “no es posible la misión sin misioneros”, por eso destaco el la Iglesia la importancia de la vocación misionera.

Por ello, ha remarcado que “la vocación misionera es la expresión de la dimensión universal de la vocación”, porque la Iglesia en su naturaleza y desde sus inicios es misionera, lo que supone que debemos promover y formar en la vocación misionera a los nuevos seminaristas scalabrinianos.

Desde la formación en nuestros seminarios queremos adentrarnos y profundizar en la “vocación especial de los misioneros”, señalando que la “radicalidad de la vocación misionera es algo extraordinario”, y que debemos “seguir acercando y anunciando continuamente la palabra de Jesús a quien no la conoce de manera experiencial y vivencial”.

De esta manera, muchos misioneros han compartido lo que llaman “las diversas claves de la vocación del misionero”. Destacando, en primer lugar, que es necesario la “disponibilidad para la acogida y el diálogo”, en definitiva, “la capacidad para entrar con el otro” que supone salir de uno mismo y “encontrarse con el rostro de Cristo”. Además, desde la vocación misionera, se deben “valorar las culturas de otros pueblos, fomentando el diálogo de la persona con la persona, desde una dimensión universal”. Es lo que ha calificado como un “respeto apasionado por las culturas”, que debe iniciarse y trabajar desde la primera etapa de formación scalabriniana.

Además, ha señalado la necesidad de “amar pacientemente al otro”, con un amor profundo, que llevará a alegrarse y gozar con la existencia del que es diferente a ti; en color, idioma y concepto, que también significa el encuentro con Dios. Señalando que “no valen pesimismos en la vocación misionera” y que “no podemos permanecer impasibles” antes las situaciones del mundo. El misionero posee una “actitud positiva, alegre y de no frustración” para seguir trabajando por su vocación universal.

Concluyo mi pensamiento, diciendo que el misionero posee una vocación que no posee “fecha de caducidad”, y conlleva “apostar por la persona”, desde una fidelidad a la palabra y al compromiso. Por eso recuerdo lo que el Concilio Vaticano II señala, cuando subrayaba la “capacidad de iniciativas [de los misioneros], constancia para continuar lo comenzado hasta el fin, perseverancia en las dificultades, paciencia y fortaleza para soportar la soledad, el cansancio y el trabajo infructuoso”. Vocación misionera que tiene un origen y meta en Dios.

Fuente/Autor: La Redacción

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