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La cruz brille en nuestro corazón cuando recemos el Padrenuestro

27 de enero de 2020

La cruz brille en nuestro corazón cuando recemos el Padrenuestro

Comentaba hace unos dias con un buen amigo, que apenas sin darnos cuenta y todavía resonando en nuestros oídos los redobles de tambor de las procesiones del pasado año, nos llegaba un año más el tiempo de cuaresma; tiempo de oración, de penitencia y de espíritu verdadero.

Y para ello hemos de venerar la cruz cada uno según su circunstancia. Unos huyendo de esa cruz que te atrapa como la droga, el placer, el falso amor, la envidia, el dinero…

Otros, soportando esa cruz que arrastramos inevitablemente como nuestro propio carácter, nuestos silencios en ciertos momentos ante las injusticias, nuestras calumnias a veces despiadadas…

Y aquellos que cargan con una cruz que deben soportar como la de procurar que el otro no tenga cruz o ayudar a alguien a llevar su cruz y la del que sufre sencillamente porque… ama, siguiendo el ejemplo de Jesús.

En definitiva que la cruz brille en nuestro corazón cuando recemos el Padrenuestro sintiéndonos hermano de todos. Ayunando.

intentando comer menos para ofrecerlo al que está a nuestro lado que no puede alimentarse él ni su familia. Llevando la cruz del amor misericordioso a los que sufren, a los tristes, a los afligidos y a los desesperados escuchando a Mateo (12,7) cuando nos proclama: “Misericordia quiero y no sacrificio”.

De este modo, para mí es importante la Cuaresma que me invita a contemplar la Cruz para clavar en ella detenidamente la mirada de los ojos y del corazón y sentir el impacto de Jesús que por amor recibió el dolor de todas las cruces de todos los tiempos y de todas las culturas, para dejarnos su mandamiento primordial: “Amáos los unos a los otros como yo os he amado”.

Por todo esto, respetando las manifestaciones callejeras que por Semana Santa se realizan por las ciudades, suelo contemplar con gran devoción y amor creyente, esas interminables filas de penitentes que soportan el dolor que les produce las pesadas cruces que cargan sobre sus hombros durante largas horas, ofreciéndolo a Jesús el nazareno como expiación de, quien sabe, tantas culpas pasadas que Él lleva hechas cruz sobre sus hombros o agradeciendo favores recibidos.

Uno que en silencio contempla esa caravana, recuerda al de Cirine y piensa como podría ayudar a ese hermano penitente para tomar su cruz y llevarla con él inundándole de amor.

Y en este sentido me viene a la memoria San Pablo de la Cruz que dedicó toda su vida a difundir el amor de Dios hacia los hombres y que dejó escrito esa hermosa reflexión: “La Pasión de Cristo es la prueba más grande del amor de Dios al hombre”.

Estoy convencido de que la Cuaresma es un camino hacia la Pascua. Pero…que lejos estoy de la meta y cuanto me cuesta levantarme y empezar a caminar, aún cuando entienda que la meta es Cristo resucitado y mi largo camino por recorrer es seguir lo más cerca posible a Jesucristo para identificarme con Él.

Fuente/Autor: José Guillermo García Olivas – Fuente: Catholic.net

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