“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

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Rincón Vocacional

ABRAHAM… ¡SAL DE TU TIERRA Y DE TU PATRIA!

27 de enero de 2020

1. TEXTO: La vocación de Abraham ha sido fijada y transmitida en un texto muy importante de la historia y teología israelita: (Génesis 12, 19). “Y dijo Yahvé a Abraham: Vete de tu tierra y de tu parentela y de la casa de tu padre hacia la tierra que yo te mostraré. Yo te haré pueblo grande y te bendeciré tu nombre y será bendición. Y bendeciré a los que te bendigan y a los que te maldigan maldeciré, en ti serán benditas todas las estirpes de la tierra cultivada. Y se fue Abraham, como se lo dijo Harrán. Y tomó Abraham a Sara, su esposa, y a Lot, su sobrino, y todo lo que habían adquirido y los hombres (esclavos) que habían adquirido en Harrán; y salieron hacia la tierra de Cannán y entraron en la tierra de Cannán). Y penetró Abraham por la tierra hasta el santuario de Sequem, hasta la encina de Moré (de la Visión). Y entonces habitaba en la tierra el cananeo. Y Yahvé se apareció a Abraham y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Y Abraham construyó allí un altar para Yahvé que se le había aparecido. Y desde allí se traslado hacia la montaña, al este de Betel, y plantó allí su tiendo, con Betel hacia el oeste y Ay hacia el este; y allí construyó un altar para Yahvé e invocó el nombre de Yahvé. Y volvió Abraham a caminar, dirigiéndose hacia el Neguev.

2. CAMINO DE INTERIORIZACIÓN:
Cuando Dios llama, hay siempre implícita una partida. ¿Hacia dónde? Hay que fiarse de él y dejar que “nos muestra el camino y la meta”. ¡Cuánto cuenta las partidas!
¡Estábamos tan cómodamente instalados! Nada nos faltaba y Dios viene a desinstalarnos, a desarraigarnos… Es terrible pero es la palabra de Dios, una llamada, una partida. Desde dónde y por dónde y adónde, el Señor sabrá y nos lo irá indicando.
Vete. Dios a querido crear una nueva humanidad y para ello a comenzada a llamar a un hombre, haciendo que rompa con todo lo anterior y se ponga de esa forma en camino creativo. Dios le dice Vete, haciendo capaz de ponerse en marcha hacia lo nuevo, despojándose de todo lo anterior, para recibir de esa manera la nueva bendición de la que trata nuestro texto.
El hombre debe despojarse de aquello que le ata, que le cierra en su vieja existencia, tres son los valores que Abraham ha de dejar para ponerse así al servicio de la nueva bendición de Dios:
1) Tierra. Abraham tiene una tierra en la que vive, con toda su cultura, con su lengua. El hombre se encuentra definido por su tierra. De ella ha nacido, en ella se encuentra su sentido, a ella retorna por la muerte.
2) Parentela o quizá nación. El hombre debe a su nación la identidad, la conciencia de sí mismo sobre el mundo. Quedar sin nación significa perder todo cimiento. Eso será Abraham, hombre sin raíces, sin contexto social y sin pasado.
3) La casa de su padre. Casa paterna, es la que ofrece al ser humano un nombre, dentro de una determinada genealogía. Un hombre sin familia pierde su identidad más profunda, su lugar de referencia, empieza a ser un “nadie”.
Abraham tiene que dejar de ser lo que era, para nacer (renacer) desde la palabra de Dios, en un camino creativo.
HACIA LA TIERRA QUE YO TE MOSTRARÉ. La tierra verdadera no es aquella que el hombre posee por sí mismo sino aquella que Dios va a presentarle. Abraham viene a mostrarse como el hombre de la fe: más que en aquello que se ve y se tiene debe apoyarse en lo que Dios mismo le ofrece en su palabra de promesa.
TE HARÉ PUEBLO GRANDE Y TE BENDECIRÉ. Abraham ha roto con su nación y Dios le ofrece ahora un pueblo grande: será principio de vida para muchos. Grandeza y bendición. Donde Abraham rompe con todo y vive a partir de la palabra de Dios puede convertirse en signo de la obra creadora de ese Dios, siendo bendición para los otros. Este es el camino de la vocación: a los que llama Dios les hace liberarse de todo lo anterior. Abraham no puede retornar jamás hacia lo antiguo. Abraham ha salido en camino sin retorno.
La palabra de Dios le ha hecho extrajero y caminante sobre el mundo; ha perdido todas las garantías legales y vitales: no tiene una tierra donde asentarse; no tiene nación que le defienda o que le vengue, ni familia grande que le ame… Jurídicamente es un nadie como un Caín errante sobre el mundo.
Pues bien, allí donde ha dejado todo, allí donde aparece sin ninguna garantía de protección social y vida, Abraham viene a descubrir que Dios mismo es su defensa, es redentor en el sentido más fuerte de ese término. Abraham no tiene nada sólo su camino. Dios mismo será su tierra, su nación y su familia.
La paradoja ya es completa. Por un lado Abraham es el más rico: tiene la palabra de Dios, la promesa de su protección. Dios mismo será la garantía de vida para el hombre que escucha su palabra.
Estamos en línea del triunfo de la debilidad. Siendo llamada por Dios, Abraham renuncia a todo poder, renuncia a defenderse. Será el mismo Dios quien le defienda, protector más alto.
Dios deja a Abraham como peregrino: sin defensa humana, en manos de los grandes pueblos de la tierra. Su camino es de verdad una aventura. La fe es confianza en el camino de la Vida: Arriesgarse a dejar todo.
RESPUESTA DE ABRAHAM. El texto no habla solo de la llamada de Dios sino también de la primera gran respuesta humana: Abraham ha escuchado la voz y “obedece” (de ob – audire), es decir, la convierte en principio de su nuevo caminar sobre la tierra. La palabra de Dios le ha marcado; ella define y conforma su existencia.
El viejo patriarca se define así como peregrino sobre el mundo. Pero es peregrino que no sabe dónde hallará su santuario: sale de su tierra, confiando en la palabra de Dios, sin conocer lo que será su meta. Nadie recibe una llamada solo para aislarse sino para expandirla y en algún sentido, compartirla con los otros. Todos los creyentes monoteístas hemos recibido una llamada de Dios en Abraham: en él estamos incluidos todos, hemos recibido la palabra que nos pide dejar la tierra-casa-nación vieja para buscar la nueva tierra de la humanidad prometida y buscada.

Y Abraham construyó allí un altar para Yahvé que se le había aparecido. Elevar un altar significa aceptar la palabra de Dios, respondiendo a ella con gratitud. El altar es el lugar donde los hombres sacrifican mostrando su fe en Dios y dándole gracias.
“Este es mi pacto contigo y con tu descendencia en futuras generaciones, como pacto perpetuo. Seré tú Dios y el de tus descendientes futuros. Os daré a ti y a tu descendencia futura la tierra de tus peregrinaciones, la tierra de Cannán, como posesión perpetua. Y seré su Dios. Tú guarda el pacto que hago contigo y con tus descendientes futuros, este es el pacto: circuncidada a todos vuestros descendientes y será una señal de mi pacto con vosotros” (Gen. 17, 5-12).
Una tierra, un pueblo, una señal de pacto. Estos son los elementos fundamentales de la interpretación judía de la vocación de Abraham.
Abraham es padre universal. Por la fe es padre de todos los que creen. (Rom. 4, 17). Por eso puede afirmarse: en él serán benditas las naciones o familias del orbe.
La vocación, entendida como llamada de Dios, viene a expresarse en una vida de fe, abierta a la peregrinación.
Solo nos pide el coraje de la fe y el abandono. ¡Cuánto has de dejar atrás! ¡Para recibir la bendición, para ser bendición! Dios quiere que le consideremos a él como la única riqueza, como el Señor por excelencia, un Señor que a poco que nos dejemos nos hace nobles y señores a nosotros también.
Hará de nosotros una gran nación como prometió a Abraham. Y no tenemos descendencia. ¿No hay hijos, puede haber bendición?… y Abraham se fía sin preguntar. Él sabe, él proveerá y parte… dejando la casa de su padre, lo suyo, la seguridad, hacia lo nuevo, lo desconocido. Decir Sí a Dios es ponerse en camino poniendo los ojos en él, fiándose de la promesa, de su fidelidad, pero aceptando la parte de oscuridad que nos toca. Teniéndole a él delante, habrá lucha, pero la batalla está ganada a priori. Necesitamos la fe. A veces antes de contestar Sí a Dios en el momento de la opción de vida y en las pequeñas opciones de cada día, tenemos la tentación de posponer la decisión hasta tenerlo todo claro. Es natural y bueno que no me lance si no hay un serio descernimiento previo, oración de petición de ayuda, etc…, pero no es menos cierto que si espero a tenerlo todo claro nunca, me decidiré porque “claro-claro” nunca lo tendré. Siempre va a existir una duda razonable con la que tendré que convivir.
“Marchó pues Abraham”… Fue, partió, seguramente con el corazón roto por la pena, pero confiado en el Dios de la Promesa y de la fidelidad. ¿Quién era él para dudar de Dios?
3. PARA TU REFLEXIÓN PERSONAL:
1. En tu vida ¿Has experimentado partidas? ¿Cómo las ha vivido? ¿Qué supone el dejar cosas, ambientes, lugares, personas? ¿Cómo superar la tentación de volver la vista atrás?
2. Nuestra vida está frecuentemente anclada en hábitos, costumbres y rutinas. ¿Cuáles son tus certezas de hoy?
3. Dios llama a caminar hacia lo desconocido. ¿Hacia dónde crees que te conduce Dios? ¿Tienes alguna idea, alguna intuición?
4. Instalar, “poner a alguien o algo en un sitio para que esté en él por tiempo indefinido o prolongado”. ¿Cómo explicarías, desde tu experiencia, lo que es la instalación? ¿Se relaciona con la comodidad? ¿Qué supone la desinstalación?
4.- PARA TU ORACIÓN PERSONAL:
Me dice Dios:
Sal de tu agujero, sal de tu rincón, deja el nido caliente y lánzate a volar, camina. Y yo me resisto. Me puedo la comodidad de la instalación, me da miendo dejar seguridades, Huyo del riesgo de la aventura. Me gustan los caminos transitados, las sendas marcadas; miedo me da el camino desconocido, la ruta no señalada en el mapa. Me gustan los versos “caminante no hay camino, se hace camino al andar”, los versos sí me gustan… pero ¡quién no siente la tentación de los caminos marcados previamente! A todos nos gusta saber a dónde vamos, eso de dejar seguridades e instalaciones, resulta incómodo, eso de partir hacia lo desconocido… conlleva riesgos, no va conmigo. ¿O si va conmigo? Escucho a Dios sal de tu tierra… y Abraham, levantó la tienda, cogió sus cosas y partió, su puso en camino sin volver la vista atrás. ¿Y yo?
ORA TAMBIÉN CON LOS SALMOS
Salmo 44:
Nos Lo contaron nuestros padres: cómo Tú les acompañaste en el camino. Tú eres el Dios de la Promesa y la Fidelidad.
Testigo: Teresa de Ávila
De diversas maneras y formas el Señor invitó a Teresa a salir de su tierra, la tierra de su juventud superficial, de vanagloria, más tarde la tierra de un servicio al Señor alejado del Evangelio (El Carmelo antes de su Reforma) y Teresa salió contando con su fe y la promesa divina de “hacer de ella un gran pueblo”. Llena de valentía y coraje (“viriles en su fortaleza quiero yo a mis monjas”) emprende la Reforma debido pasar por un sinfín de dificultades internas y externas. Las fundaciones le costaron la vida, pero sabía que estaba en la voluntad de Dios y eso le bastaba. Solo Dios, decía, SOLO DIOS BASTA. Ya de pequeña, con su hermano Rodrigo, quería salir como Abraham, ir a tierra de infieles, partir lejos.
Teresa andariega. Las Fundaciones… Desde Ávila, la primera, hasta Burgos, que según los cálculos hace el número diecisiete. Su andar por ventas y caminos, de pueblo en pueblo, con frío o con calor. “Díjome que no era tiempo de descansar, sino que me diese prisa en hacer miedo al trabajo, aunque de los caminos en especial largos, tenía gran aprensión; más en comenzando a andar, todo me parecía poco, viendo en servicio de quien se hacía…”.
“Dicen de mí que soy monja andariega e inquieta”. “Cuando salí de casa de mi padre, no creo será más el sentimiento cuando muera”. El “Camino de perfección”, para llegar hasta “Las Moradas”. “¡Ay qué larga es esta vida, / qué duros estos testigos, / esta cárcel y estos hierros, / en que el alma esta metida!/ Solo esperar la salida/ me causa dolor tan fiero/ que muero porque no muero…” Teresa, siempre a punto, para escuchar de labios del Señor el último: “sal de tu tierra”, ¡ven a la morada definitiva!

Fuente/Autor: La Redacción

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