“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

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Familia

Caminos inseguros

27 de enero de 2020

Hay caminos que, sin ser falsos, son inseguros y, a fin de cuentas, también nos alejan de la meta de la felicidad. Son los del dinero, el éxito y la fama.

Existe un poderoso caballero llamado “don dinero”. Se cree mucho y asegura que lo tiene todo para hacer feliz a quienquiera. Va presumiendo por todas partes. Y sin querer queriendo, lo hemos entronizado como amo y señor de nuestra vida, y nos vamos convirtiendo en sus esclavos, sin importar lo tiránico y despiadado que sea con nosotros.

Para algunos, el poderoso señor ha llegado a convertirse en un dios. Basta asomarse un poco a nuestro mundo para ver el culto al nuevo dios del dinero y lo que provoca. Y cómo nos postramos ante él, lo adoramos y llegamos, incluso, a sacrificar lo que haga falta con tal de gozar de su favor divino.

¿Exagero? El hijo que mata a sus padres para quedarse antes con la herencia. El ricachón engreído que prefiere explotar a sus empleados con tal de ganar más y darse nuevos lujos. El joven que dispara a su hermano por no prestarle el coche. La ayuda humanitaria que nunca llega a su destino porque algunos quisieron hacer negocio con ella. Y podría llenar todo este espacio con hechos de cada día que delatan a ese impostor, que aunque promete darlo todo, puede dejarnos sin nada.

Voy de acuerdo con el escrito anónimo que dice que con dinero se puede comprar una cama, pero no el sueño; comida, pero no el apetito; adornos, pero no belleza; libros, pero no inteligencia; casa, pero no un hogar; medicinas, pero no salud; lujos, pero no alegría; conocidos, pero no amigos; diversiones, pero no alegría; reliquias, pero no la virtud; una iglesia, pero no el cielo. Y sólo porque el dinero no lo es todo. Lo sabemos, pero no lo vivimos.

El dinero debe ser tratado como se merece: como un medio y nunca como un fin. Sólo entonces es bueno y sirve para llevar una vida digna, para hacer felices a los seres queridos y para poder ayudar a los demás. Sólo así el dinero es fuente de paz, de satisfacción y de seguridad.
Algunos piensan que tener éxito y ser famoso es igual a ser feliz. ¿Seguro? ¿Por qué entonces los más admirados y reconocidos no son los más felices?

La felicidad no puede depender de las veces que salgo en el periódico o de la cantidad de gente que me reconoce por la calle. La fama no sólo no está casada con la felicidad, sino que, muchas veces, la rechaza y la impide.

La fama pasa y hay que tratarla siempre como a alguien que te encuentras, pero que sabes que no se quedará contigo y que te dejará cuando más lo necesites.

¿Por qué tantos famosos, ídolos de multitudes, exitosos en negocios y en la vida, han acabado en el suicidio, en escándalos y en atentados? ¿Por qué los que un día parece que lo tienen todo después resulta que no les llena nada? ¿No habrán errado al pensar que la felicidad depende del reconocimiento de los demás? ¿Habrán entendido lo que es triunfar en la vida?.
La felicidad no puede reducirse a una foto en una portada de revista ni a un rato al aire en un programa de televisión. Bastaría pasar una página u oprimir un botón para acabar con ella.

No podemos estar esperando qué van a decir de nosotros para ser más o menos felices. No podemos reducirnos a un aplauso o a un abucheo para sonreír o para lamentarnos.

Pemán, ese gran escritor que ha dado la vuelta al mundo con sus pensamientos, recomendaba: cuidado con la fama que aun siendo buena, le tengo miedo. El sabio refranero popular nos recuerda: de dinero, fama y santidad, la mitad de la mitad.

Y tengo que terminar sin rodeos: no hay nada más peligroso que medir el valor de nuestra vida por el dinero, la fama y el triunfo externo que alcancemos. No hay nada peor que gastar la vida para tener éxito y olvidar que lo esencial es hacer de la vida un éxito.

Cuidado con los caminos inseguros hacia la felicidad. Nos pueden engañar con el brillo de su apariencia. Hay caminos seguros hacia la felicidad.

Fuente/Autor: Juan Pedro Oriol

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