“La Biblia se vuelve más y más bella en la medida en que uno la comprende.”

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Coger al toro por los cuernos

27 de enero de 2020

¿Por qué surge el fenómeno de la infidelidad? ¿Son los hombres más proclives a ella? ¿Tienen verdadero fundamento los estereotipos en este terreno? Desde que el mundo es mundo, la curiosidad que no escarmienta, la sensualidad y la atracción se alían fatalmente para robar a los hombres y a las mujeres de sus parejas, convirtiéndolos en mariposas que vuelan de flor en flor. No es un problema nuevo, pero hoy exhibe una actualidad rabiosa. Ahora es menos grave, más políticamente correcto.

Así asistimos, por ejemplo, a la generalización de las parejas de hecho. Seguramente se preguntará que tiene que ver una cosa con la otra. Creo que bastante: si lo piensa, este fenómeno nos revela el deseo de dejar las puertas abiertas, de no comprometerse de por vida. Los contratos que no se rompen se han convertido en cadenas pesadas y alienantes: es mejor no tomarse las cosas tan en serio. En definitiva, el siglo XXI tiene miedo al compromiso. ¿Por qué? ¿Por qué se desenamoran las personas, y por qué hoy temen unirse de manera definitiva? En esta sociedad en la que todo cambia y ocurre tan deprisa, ¿queda obsoleta la fórmula que unió a nuestros padres: hasta que la muerte os separe? ¿Es hoy imposible la fidelidad de por vida?

Obviamente, no lo es. El amor entre hombre y mujer es por esencia exclusivo y para siempre. Sin embargo, sí debemos reconocer que cada vez es más difícil ser fiel. Destaco tres razones, tres coordenadas de esta mentalidad nuestra:

· Mentalidad del usar y tirar. Todo está diseñado para no dar problemas al usuario: los pañales, los pañuelos, los cubiertos y platos… a veces, hasta la ropa interior. Esto nos ahorra tiempo y problemas: bienvenido sea. El problema está cuando esta misma filosofía impregna nuestras relaciones con las personas: ¿ya no me sirve esta persona, me ha dejado de dar placer o satisfacción? Pues ¡borrón y cuenta nueva! Los demás son un objeto que utilizo según mis necesidades.

· Mentalidad del mayor gusto en el menor tiempo y de la manera más cómoda posible. Es prima hermana de la anterior. De nuevo la sociedad de bienestar nos traiciona al gobernar un ámbito ilegítimo: el corazón. Si nuestra pareja es tenida como fuente de gozo personal, cuando surgen las primeras dificultades o se nos presenta una posibilidad más atractiva, se termina la historia. Nos ahorramos todas las dificultades, pero por otro lado nos rebelamos cuando nuestra pareja escoge el camino más fácil.

· Mentalidad de lo superficial y de lo sensible. Los españoles recordarán aquella canción que fue el tema del verano hace algunos años… Era de Ella baila sola (Marta y Marilia), y comenzaba con eso de ¿Por qué ya no me baila un gusano en la tripa, cuando suena el teléfono y escucho su voz? ¿Será que la rutina ha sido más fuerte? Se han ido la ilusión y las ganas de verte. La idea de la canción refleja a la perfección esta mentalidad: ¿que no hay emociones, gusanos en la tripa, piel de gallina y suspiros incontrolables? Obviamente, es señal de que no hay amor. Y así, confundimos sensibilidad con sentimientos, estados de ánimo con actitudes, emociones con amor… Mala cosa es la de vivir tan en la superficie, pues nos perdemos los mejores tesoros del hombre.

En definitiva, se trata de una especie de alergia al sacrificio, al esfuerzo y a la lucha. Julián Marías escribió en una ocasión que, en un futuro, algún libro de historia comenzará con estas palabras: En el siglo XXI, los hombres comenzaron a no exigirse a sí mismos… Si ésta es la tierra de cultivo de nuestras ideas y opciones de vida, la fidelidad se plantea como una verdadera misión imposible. Las uniones libres, el divorcio y la infidelidad en todos los niveles serán cada vez más el pan nuestro de cada día.

Ahora, opine usted mismo. ¿Debemos resignarnos a las uniones fáciles e inestables, a las claudicaciones a flor de piel, a los siempre temidos cuernos? Más bien cojamos al toro por ahí. No permitamos que la mentalidad de la que hablo nos robe lo más noble que tenemos: nuestra capacidad de amar, de dar, de pensar en el otro. Demostremos que también en el siglo 21 es posible el heroísmo.

Fuente/Autor: Marta Rodríguez

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